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Viernes, 15 de marzo de 2013

RESCATES

La alucinante

María Sabina (1894-1985)

 Por Marisa Avigliano

Está sentada mirando el viento pasar, hace apenas un momento los niños –como ella llamaba a los hongos alucinógenos que crecían en su tierra– han poblado su cuerpo diminuto. La curandera mexicana celebérrima, la mujer espíritu, la mujer aerolito, la mujer constelación guarache de antepasados mazatecos (nobles curanderos que maridaban el arte del canto y el lenguaje con la botánica y la medicina tradicional) nació con el nombre de María Sabina Magdalena García en Huautla de Jiménez, el 22 de julio de 1894. Cuando tenía tres años y su única hermana, María Ana, tres o cuatro meses, su padre murió. “No pudieron sanarlo ni los sabios y murió convertido en guajolote con granos cubriéndole el cuello, sufrimos mucho porque no teníamos nada, sólo hambre, sólo frío (...) la voluntad de vivir, más grande que la voluntad de muchos hombres, nos mantenía luchando día con día para finalmente conseguir algún bocado”, cuenta María mientras desgrana choclitos. Los hongos, los niños santos, llegaron a su boca hambrienta –mientras desenredaba la cuerda de una cabra que había quedado atrapada– sin saber si eran alimento o veneno: “Sentí que me hablaban, después de comerlos oí voces, voces que venían de otro mundo”. Fueron esos mismos hongos los que le dio de comer a su hermana para salvarla de la muerte y los que la hicieron ilustre. La mujer crepúsculo que podía entrar y salir del reino de la muerte fue dada en matrimonio cuando cumplió los catorce años (el primero de otros tres) tuvo hijos, quedó dos veces viuda, fue baleada, abandonada, se dedicó a cuidar a su familia y curó a quien necesitó de su cura. Como las sierras no guardaron el secreto, los milagros de María cruzaron los oídos del mundo y llegaron a los del banquero y etnomicólogo Robert Gordon Wasson, quien viajó con su mujer Valentina Pavlovna a la Sierra Mazateca en 1955 para conocerla. Grabaciones, apuntes y cuadernos del encuentro encontraron su destino en artículos científicos y libros como El hongo maravilloso: Teonanácatl Micolatría en Mesoamérica. Los años sesenta hicieron cola para conocerla. Tours de desconocidos y tours de famosos, entre ellos (mito o certeza) Los Beatles, los Rolling, Aldous Huxley, Jim Morrison y Bob Dylan. La mujer hierbera entonces cierra los ojos mientras está de moda y su estrella es nota en Vogue. La payasa sagrada de la sierra de Oaxaca siembra maíz y escucha las voces del mundo donde vive dios, el muerto y los santos, un mundo donde todo se sabe, un mundo que habla un idioma propio y adonde llegaban los hongos. “Yo pregunto y me contesta, cuando vuelvo del viaje que he tomado con ellos, digo lo que me han dicho y lo que me han mostrado”, cuenta en su mazateca natal (no hablaba español ni fue nunca a la escuela) mientras la cámara enfoca su cara, su ropa colorida y sus piernas recogidas, sentada sobre un escalón de barro. Un rato antes sus dedos como pinzas de espuma llevaron hongos a su boca, ritual que espera y examina hasta convertirla en mujer luna, en mujer que vuela.

Murió el 23 de noviembre de 1985 en la absoluta pobreza, aunque su cara arrugada, sendero del arriero, ya aparecía en tazas, souvenirs, remeras y carteles publicitarios. No sorprende porque María Sabina, como todo personaje de verdad, esos que no descansan ni van en busca de un autor, sale a recorrer el bosque de las alucinaciones sin arrancar ni una sola de las raíces de la tierra.

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