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Viernes, 19 de septiembre de 2003

El compromiso necesario

Por Margarita Stolbizer *

Las mujeres en la Argentina fueron las protagonistas principales, frente al impacto que produjo en sus familias y en la sociedad la consagración del modelo neoliberal de la década del ‘90, que arrasara con industrias y empresas públicas. Allí salieron, renunciando a satisfacer la necesidad de su propia realización personal, a reemplazar a sus parejas varones que perdieron su trabajo, con la importación de productos que competían con los nacionales o con la política de privatizaciones, para conseguir el ingreso necesario para sostener sus hogares. Muchos hogares se desintegraron como consecuencia de esa crisis, que también afectó psicológicamente a los varones, desplazándolos del lugar principal en una cultura patriarcal que le exigía ser el “proveedor”.
Así llegamos a casi un 30% de hogares sostenidos por jefas de familia mujeres. Y cada vez que ellas pusieron ese muro de contención familiar frente a la crisis, aun con costos personales terribles, lo hicieron con recursos obtenidos en situaciones casi de explotación, sin protección legal.
Otras tantas lucharon contra las secuelas del terrorismo del Estado y lo hicieron defendiendo el valor de la justicia y la verdad para reconstruir con dignidad una nación democrática. Y lo siguen haciendo hoy, para remover los obstáculos que han impedido el juzgamiento de los responsables de los crímenes de la dictadura, consagrando la impunidad.
Muchas más, militantes silenciosas de las organizaciones sociales, de la política, de la actividad sindical, ejerciendo la docencia para recuperar una cultura con valores, en labores públicas o privadas, también dan su testimonio diario para la construcción de la sociedad con la que todos soñamos.
En reconocimiento a ellas, es que las mujeres políticas no podemos agotar la competencia electoral en una mera disputa de espacios de poder, al estilo de los valores. Y debemos por lo tanto, construir los consensos necesarios para superar la confrontación estéril que hasta hoy sólo ha dividido el campo popular en perjuicio del propio pueblo.
Sirven nuestros espacios, si desde ellos somos capaces de poner en cuestión el modelo de dominación de los poderosos sobre los débiles, si luchamos para hacer realidad los sueños, si creamos oportunidades, si de cada idea instrumentamos una política pública de aplicación universal, si democratizamos las estructuras del poder, si sembramos para que otros cosechen en mayores espacios de bienestar.
Para eso tenemos los instrumentos: los partidos políticos, las organizaciones sociales, los cuerpos parlamentarios, la discusión del presupuesto, la reforma del Estado, la educación. Hay que usarlos. Pero para eso es necesario incorporar una perspectiva estratégica que nos permita trabajar en los plazos mediatos y largos. Porque la tarea no es fácil. Pero el desafío vale la pena.
Es necesario confluir en la recuperación del sentido humano de la política y de una cultura de valores esencialmente humanos y morales. En ese esquema puede asegurarse la equidad, las responsabilidades compartidas enel ámbito familiar y público, porque el sistema se fortalece con el protagonismo paritario de hombres y mujeres.
Es una simplificación torpe y malintencionada pensar la disputa electoral sólo como el mecanismo de distribución de cargos. Siempre debe haber confrontación de modelos, de sociedad, de distribución versus concentración. El pueblo debe poder elegir libremente cómo quiere vivir de acuerdo a lo que, con seguridad, cada candidato o partido hará en caso de ganar. Y para eso, es imprescindible recuperar previsibilidad para la política, sinceridad en la palabra y coherencia en las conductas.
La democracia es mucho más que una periódica oportunidad del ciudadano para elegir. Los elegidos tienen menos derechos que obligaciones. Y la sociedad debe ejercer el control de gestión a través del ejercicio de su derecho de acceso a la información sobre la administración pública que transparenta las cuentas y hace más eficientes los gastos.
El Progresismo –dice el profesor Olivera– “es el avance de la sociedad hacia lo que ella espera de sí misma”. Es tiempo por lo tanto, de definir con claridad adónde vamos. Y en esto las mujeres tenemos mucho por decir.


* Diputada nacional (UCR).

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