Vie 02.08.2013
las12

ENTREVISTA

Una grande para chiquitxs

En el universo de Isol –Marisel Misenta–, una mamá insoportable puede convertirse en un globo, una niña puede descubrir azorada una madrugada que pertenece a una familia de puercoespines y hasta hay cuentos que se leen con la luz apagada. Así los miedos y la inseguridad infantil se convierten en relatos mágicos y se abre la puerta para que niños y niñas tejan telarañas de imaginación sobre sus propias historias cotidianas. Galardonada este año con uno de los premios de literatura infantil más importantes del mundo, la escritora e ilustradora bucea en la fuente de sus historias y recomienda otros autores para que la puerta para ir a jugar nunca se cierre.

› Por Malena Rey

Este es un año diferente para Isol: el 26 de marzo a las 7 de la mañana recibió un llamado desde Suecia y la voz en el teléfono le anunció que le otorgaban el Premio Astrid Lindgren, uno de los mayores galardones (junto con el Premio Andersen) otorgados a la literatura infantil. Elegida entre más de 207 postulantes de todo el mundo, a este reconocimiento internacional le siguieron algunos meses agitados de viajes, presentaciones y actividades sobre su obra, que continúan. Pero paradójicamente, hay algo que parece no haber cambiado: Marisol Misenta (Buenos Aires, 1972, ilustradora, escritora, compositora y música) sigue trabajando como lo viene haciendo hace años en una obra vibrante que se conecta con el mundo de los chicos (pero también interpela a los adultos), y sigue reflexionando lúcida y lúdicamente sobre la infancia a través de sus imágenes. Hay un “estilo Isol” reconocible en las líneas y trazos descontracturados, y también un tono propio en la convivencia entre sus imágenes y sus textos (aunque también se permite ilustrar historias de otros siempre que la desafíen a probar cosas nuevas). Inteligente, divertida, fresca, y a la vez consciente de la gran responsabilidad que asume como artista al dirigirse a un público tan exigente como los niños, Isol introduce en sus historias sus propias preocupaciones desarmándolas, desenroscando algunas trabas y ensanchando los límites del libro ilustrado.

La lectura como punto de partida

Todo empieza, como siempre, en la infancia. La Isol niña, hija de un artista plástico y una profesora de canto, lee sus primeros libros de la biblioteca familiar y escucha atentamente las elocuentes historias que su papá inventaba: “De chica leía un montón. Pasaba muchas horas leyendo, y me preocupaba cuando veía borroso al dejar el libro, o cuando directamente no escuchaba lo que me decían. Era una salvación la lectura para mí, me encantaba y me acompañaba, porque a veces me sentía medio diferente de los otros chicos en la primaria y eso no estaba bueno. A la vez era algo muy cotidiano; en mi casa había una biblioteca muy grande, y de ahí leía desde cuentos folklóricos hasta libros que no eran específicamente para chicos, como las historias de Dickens o de detectives. Y también mucha historieta. Mafalda: en un cumple me quedé leyendo todas las Mafalda de mi amigo porque yo no las tenía, un poco nerd de mi parte, pero me divertía. Mis viejos también leían un montón, por suerte era algo compartido”, dice.

Tanto el Premio Astrid Lindgren como tu libro Regalo sorpresa se los dedicaste a tus padres...

–Sí, un poco porque me facilitaron muchas cosas, y también porque me da placer. Mis padres siempre fueron muy generosos y alentadores. Nos transmitieron esa idea de que podíamos hacer lo que quisiéramos, de que éramos capaces, pero a la vez eran exigentes y no tenían problema en hacernos alguna crítica. Lo que a mí me llegó es esa sensación de sentir que tenés derecho a probar, y la capacidad de hacerlo. Mi papá pintaba, mi mamá cantaba y dibujaba; yo sentía que todos podíamos hacer eso, que era algo natural.

Y ahora que sos madre y tenés un hijo chiquito, ¿cambió tu forma de relacionarte con ellos?

–No dejo de ser hija por ser madre, de hecho soy más consciente de muchas cosas. El transitar la experiencia del día a día siendo madre primeriza es muy potente. Valoro más lo que es criar a un nene. Es realmente una responsabilidad enorme, y se necesita mucha entrega, mucho amor, mucha paciencia, mucha sabiduría. Pero a la vez no me gusta ponerle una carga gigante, sino vivirlo como un desafío, compartirlo. Mi mamá me tuvo a los 17 años, ella no pudo planear mucho... Y yo fui la antítesis, tuve a mi hijo a los 39. A mí me encantó siempre esa poca diferencia que teníamos entre nosotras, pero yo a los 17 no tenía esa fantasía de ser madre, sino tal vez la fantasía de conectarme con gente, hacer cosas creativas, quizá porque eso le quedó pendiente a mi vieja, no sé... Una transmite esas cosas también...

Cuando habla de compartir la crianza de su hijo, Isol se refiere a su compañero, el dramaturgo y actor Rafael Spregelburd; la pareja de artistas se retroalimenta permanentemente con el trabajo de ambos: “Aprendo mucho de estar con Rafael. El es muy libre con las cosas que hace. Aprendí también del hecho de estar en escena, tanto como cantante como al contar mis cuentos”, dice. Y también habla de su hermano Federico, conocido como Zypce, músico de profesión: “A los 16 años, con mi hermano y algunos amigos recitábamos poesía, hacíamos cosas delirantes y también cantábamos”. De hecho, desde 2007 Isol y Zypce tocan juntos y se presentan en vivo esporádicamente, pero antes de esta formación ella participó como vocalista en la banda Entre Ríos y como cantante lírica en el ensamble de música barroca The Excuse. A medida que ganaba seguridad como intérprete, también se animó a escribir sus propias canciones, poesías con un componente narrativo importante que dan la idea de estar contando una historia: “Me interesan mucho las letras, y me gusta que tengan imágenes narrativas. Cuando empecé a hacer canciones tenía un gran respeto, porque en mi vida las canciones son muy importantes, y porque al cantarlas parece que te desnudás. Al ser tu voz, no hay ningún personaje que habla. Tiene algo de tu cuerpo esa canción, hay que ponerle el cuerpo. Pareciera siempre que al cantar una habla de sí misma, aunque después no sea así. Al principio me costaba exponerme y después le fui encontrando la vuelta”, cuenta.

El laboratorio de imágenes y textos

La familia como un laboratorio, un espacio en el que probar, aprender y también equivocarse, aparece varias veces en la obra de Isol: en Secretos de familia, por ejemplo, una niña descubre que su madre no es lo que parece, hasta que visita la casa de otra familia y se da cuenta de que al final no son tan raros. Pero también hay varios animales entre sus protagonistas, y niños exigentes y demandantes que reparan en lo ridículo y el absurdo (“Madre, ¿cómo sabes que NO soy un perro”, pregunta uno en Vida de perros, o “Quiero todo”, dice la niña de Cosas que pasan cuando se le aparece un genio a cumplirle los deseos), además de dosis de humor que para algunas mentes pacatas puede resultar desconcertante.

Sos ilustradora pero también escritora, y la palabra tiene un rol clave en tus historias. ¿Cómo conviven los niveles de la imagen y del texto en tus procesos creativos?

–Muchos de mis cuentos surgen de una imagen, de un dibujo. Depende de lo que quiera dibujar es el texto que me sale. Pero hacer este tipo de libros es raro, porque a veces está todo mezclado. Como dibujante, a mí los textos me aportan un montón, ahí surge la “chispita”. Incluso me pasa cuando dibujo para exhibir en una galería: yo le pongo un texto a la imagen, y ya la siento diferente. Me gusta decir que soy ilustradora porque de pronto puedo hacer dibujos sin texto en donde igual se ve un camino narrativo. Con la escritura en solitario, sin imágenes, tal vez porque hay tantos escritores buenos, no me siento tan independiente. Nunca publiqué mis poesías, por ejemplo. Y retoco mucho los textos de mis libros: busco pocas palabras, que sean las justas. Soy más bien intuitiva. Mis herramientas pasan por haber leído mucho y por saber si algo no funciona, pero nunca estudié literatura y sí estudié Bellas Artes. Ahí me interesé por Dubuffet, los informalistas, por un arte bastante gestual. Ahora estoy un poco más fina, como en Nocturno (ver recuadro).

¿Cómo es tu proceso de trabajo?

–Siempre elegí hacer algo que me permita jugar. Me gusta investigar, ir probando cosas, papeles, hasta que de repente surge algo que no había visto antes. Y ahí empiezo. Nada viene solo. Cuando estoy haciendo un dibujo, no controlo demasiado. Soy desordenada y exigente, que es una combinación letal. Tardo mucho en hacer los libros porque le doy muchas vueltas. Y en medio del proceso se lo voy mostrando a amigos, y me alimenta lo que me van diciendo.

Cambios de perspectiva

Cuenta Isol que recibir el Premio Astrid Lindgren la emocionó mucho, sobre todo cuando entendió que lo entregaba el pueblo de Suecia a través de sus propios impuestos con mucho orgullo, y cuando pudo ver con sus propios ojos cuán importante era Lindgren para su cultura, una escritora infantil reconocidísima, autora del clásico Pipi Mediaslargas, militante feminista y defensora de los animales. “Es como Borges acá, y no importa que haya escrito sólo para niños. ¡Es la antítesis de Disney!”, agrega.

Al recibir el premio, una de las cosas que dijiste es que “Los que amamos la literatura sabemos que a veces las fantasías nos llevan a descubrir grandes realidades”. ¿Cómo entra en juego lo real con las fantasías infantiles?

–Cuando empieza un cuento ya partimos de la base de que no es real; por más que refiera a una situación que podría ser real, se trata de una construcción fantástica. Aun narrando cosas de tu propia vida, siempre las ordenás de una manera especial cuando querés mostrarlas. En El Globo, por ejemplo, hay algo del non sense, como en Lewis Carroll. Y según lo que una sueña o desea, podés adivinar cuál es la realidad que estás transitando. Creo que la realidad está poblada de fantasmas. Al analizar un sueño, por ejemplo, te das cuenta de cómo te querés sacar de encima un problema, y soñás que ese problema se convirtió en globo... Para mí lo bueno de volcar todo esto en un libro tiene que ver con hacer visible ese miedo, como pasa en Secretos de familia, y poder transformarlo de alguna manera: desarmarlo, reírse de eso, y poder hablarlo, que no sea un fantasma que está ahí. Algunos de mis libros se basan en cosas que viví o sentí, y que quizás hoy recuerdo de una manera un poco deforme, mezclando expectativas, miedos, deseos, que me hacen vivirla de otra manera. Esto me hace pensar mucho, y creo que está en mi trabajo de alguna manera atómica. Por ejemplo, en Tener un patito es útil (un libro-objeto en el que, según de qué lado se lo lea, el narrador es un niño hablando de un patito o un patito hablando de un niño): según cómo transites y pienses esa realidad, es lo que te pasa. El cambio de perspectiva habilita lo que podés pensar si te parás en otro lado. Es muy liberador como artista.

¿Contemplás tanto a los adultos como a los niños como destinatarios?

–Sí, el nivel del lector siempre lo pienso parecido a mí: gente que ama a los libros ilustrados como yo, o el diseño. Y por otro lado siempre tengo la idea de buscar algo fresco, que no tenga mucha cosa de interpretación, que no necesite mucha experiencia previa. Eso me molesta de ciertas películas de animación, que cuentan mucho con el guiño al adulto, la referencia. Algunas películas como Cars o Shrek encima refieren a cosas norteamericanas, los programas de tele de ellos... Pudiendo inventar tantas cosas, elegir ir hacia lo que ya se vio y hacer un chiste con eso me parece poco...

¿Hay algún tema sobre el que nunca ilustrarías o escribirías?

–No puedo decir eso. Hay temas que no me interesan o que no me siento capaz de abordar. No puedo procesar cosas que son muy dramáticas o muy tremendas de una manera creativa o poética. Quiero que mis libros sean luminosos, como si estuvieran vibrando de alguna manera. Y tiene que haber algo que no me permita estar muy segura de a dónde me va a llevar. Si estoy tratando un tema tremendo y lo que quiero decir es “esto no puede pasar”, me empobrece el libro...

Tomar la posta

Isol no sólo desafía a sus lectores, sino también a sus editores. De su primer libro, Vida de perros, le llegaron a decir que los dibujos eran psicóticos. Con paciencia y argumentos sólidos, ella defendió sus proyectos hasta que se topó con Daniel Goldin, en ese entonces editor de Fondo de Cultura, que confió en su trabajo y dijo: “Acá hay una autora”. Desde entonces publica en esa editorial sus libros en español, y fue traducida a muchísimos idiomas.

Hay ciertos nombres indiscutibles en la literatura infantil de nuestro país escrita por mujeres. M. E. Walsh, Elsa Bornemann, que acaba de morir, y también Graciela Montes, Ema Wolf, Laura Devetach, todas autoras que siguen siendo muy leídas, a los que ahora se suman tu nombre y el de María Teresa Andruetto, ganadora del Premio Andersen el año pasado. ¿Sentís que hay una renovación en este campo, que estás tomando alguna posta?

–Debo confesar que a todas esas autoras no las leí de chica. De María Elena Walsh escuché sus canciones. Y a Ema Wolf la leí de grande, es una genia. La posta que creo que tomo viene más por el lado de la obra de Ema y por el lado del comic, de lo que hacía Nine para la revista Humi. Humi estéticamente era una locura, había como un destape increíble. Me siento más cercana al humor y las historias gráficas. Cuando estaba en Suecia por recibir el premio, alguien del público me habló de Les Luthiers, y ahí me di cuenta de que sí, desde mi primera infancia escuché Les Luthiers, y ellos trabajan con los géneros, y hacen eso de burlarse de la cosa súper elegante, pero también tienen un montón de cultura. Es un humor muy fino que puede estallar en lo grotesco. Y son elementos que también aprendí o tomé... Me gustó esa referencia.

Construir sentidos oblicuos a través de ilustraciones y textos de manufactura artesanal, evocar situaciones cotidianas con un lenguaje visual propio y poderoso que no se agote en una primera lectura, y hacer maleables las fronteras entre lo propiamente “infantil” y lo adulto son algunos de los méritos de Isol. En la infancia no hay lugares comunes, parece decirnos con su obra.

www.isol-isol.com.ar

isolisol.blogspot.com.ar

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