Cuando hace unos años empecé a dar algunas charlas sobre mi trabajo como ilustradora, lo primero que hice fue buscar mis libros de la infancia Los cuentos de Polidoro, editados por el Centro Editor de América Latina en 1967. Y me di cuenta de que eran mi escuela de Bellas Artes. Yo los había leído de muy chica (eran muy buenas versiones de cuentos clásicos y leyendas del mundo), y los ilustradores eran creativos y juguetones, muy conectados con la expresividad y la plástica, excelentes narradores gráficos. Sábat, Ayax Barnes, Grillo, Napoleón, Alba Ponce, entre otros, hicieron unos dibujos que se quedaron en mi retina. Había un criterio ahí, ciertos valores estéticos que hoy me siguen interesando. Esos dibujos contagian libertad. Ahora leo muchísimos libros-álbum, hay muchos ilustradores que adoro. Cuando me llegan buenos libros me quedo como los nenes mirándolos y babeando, aunque me cuesta encontrar el tiempo de leer: tengo miedo de que la adultez sea así. Lo más pobre es cuando un libro no te presenta ninguna experiencia interesante, entretenida, estética. No me gustan los libros previsibles ni moralistas. Para mí, parte de la gracia está en que un libro tenga una calidad artística y vanguardista: ver algo nuevo, que te sorprenda. Mis libros favoritos nunca me aburrieron.

Entre algunos de mis elegidos, están estos títulos:

• El pato y la muerte, texto y dibujos de Wolf Erlbruch, Bárbara Fiore Editora.

• La pequeña tristeza, texto y dibujos de Anne Herbauts, Océano.

• Esteban y el Escarabajo, texto de Jorge Luján, dibujos de Chiara Carrer, Fondo de Cultura Económica.

• Quiere a ese perro, texto de Sharon Creech, dibujos de Alejandro Magallanes, Fondo de Cultura Económica

• Osito, ¿dónde estás?, texto y dibujos de Ralph Steadman, Fondo de Cultura Económica.