Viernes, 27 de septiembre de 2013 | Hoy
PERFILES > J.N.C.
Por Sonia Tessa
Nunca le creyeron. Quizá porque no se expresa con la contundencia esperada por sus señorías. O porque su vida no le permite mostrar un pasado de novela rosa sino una suma de vulnerabilidades. J.N.C. tenía 15 años en septiembre de 2010, cuando estuvo dos semanas cautiva en un rancho de San José del Rincón, una ciudad que es casi la continuación de la ciudad de Santa Fe. El 2 de octubre, una oficial de la comisaría 14ª la encontró en la casa de Miriam Villalba. Le llevó unos cuantos días a la chica poder relatar que le habían pegado y obligado a mantener relaciones sexuales. Por el caso fueron procesados Villalba, dos de sus hijos, Cristian Di Stéfano y Darío Cañete, así como el policía José Maza, de la misma seccional 14ª. Cañete y Maza, además, estaban acusados de violación. El procesamiento, confirmado por la Cámara Federal de Apelaciones, llegó a juicio oral en agosto. El 16 de septiembre, el Tribunal integrado por María Ivón Vella, José María Escobar Cello y Miguel Abásolo, absolvió a todos los acusados. El lunes 23, Día Mundial de Lucha contra la Trata de Personas, dieron a conocer los fundamentos de la sentencia, unas 70 páginas destinadas a demostrar –así se leen– que la denunciante miente.
“Toda vez que el elemento de cargo fundamental ha recaído en los dichos de J. N. C. –que han ido mutando en cada una de las ocasiones en las que declaró–, su relato entra en crisis imposibilitando la reconstrucción de lo realmente acaecido”, dice el voto de Ivón Vella, al que adhirieron los otros jueces, con una diferencia planteada por Escobar Cello, que sí quería condenar a Villalba por ocultar a la menor. “Aun dando por válido el testimonio de J.N.C. –dice la magistrada, dejando en claro que no le creyó–, y considerando la vulnerabilidad derivada de su edad y condiciones socioculturales, la insuficiencia probatoria referida impidió demostrar que dicha vulnerabilidad se usó intencionadamente o se aprovechó de otro modo para captar, transportar, trasladar, acoger o recibirla con el fin de explotarla sexualmente.” No alcanzó que la psicóloga del Centro de Asistencia Judicial, Laura Manzi, confirmara la veracidad del relato de la chica, ni que la médica Amalia Calvo haya dado cuenta de las lesiones sufridas. El fiscal Martín Suárez Faisal apelará el fallo, convencido de que el delito estuvo suficientemente probado.
Los magistrados siempre creyeron que la niña fabulaba. El 27 de mayo autorizaron una pericia psiquiátrica a la víctima, a pedido de la defensa. Una intervención del fiscal Suárez Faisal, junto con el titular de la Procuraduría de Trata de Personas y Secuestros Extorsivos, Marcelo Colombo, lo rechazó por revictimizante y logró que la Cámara de Casación Penal la dejara sin efecto. Para sus señorías, la palabra de J.N.C. valía poco.
No es ninguna novedad en la Justicia argentina. El 27 de enero de 1931, la Cámara integrada por los jueces Oribe, Ortiz de Rozas y Coll sentenciaron que no se pudo comprobar la asociación ilícita y sobreseyeron a 105 integrantes de la red de trata Zwi Migdal, denunciados el último día de 1929 por Raquel Liberman.
En noviembre de 2004, los camaristas Ernesto Pangia, Alberto Bernardini y Eduardo Sorrentino desprocesaron a Diego Parvluczyk, subjefe de la Policía Federal de Rosario, principal sospechoso del asesinato de Sandra Cabrera. Los camaristas descalificaron los testimonios de las compañeras de Sandra por su “estilo de vida”.
En la misma línea, el 11 de diciembre del año pasado, los jueces Alberto Piedrabuena, Emilio Herrera Molina y Eduardo Romero Lascano, de la Sala II de la Cámara Penal de San Miguel de Tucumán, sobreseyeron a todos los acusados por el secuestro de Marita Verón.
Para los administradores de justicia, son las víctimas de trata las que deben probar su inocencia. Y el delito de la trata es tan inasible que el lunes, mientras manifestaban contra la sentencia frente al Tribunal Federal de Santa Fe, cuatro mujeres y un hombre fueron detenid@s. L@s llevaron varias horas a la Comisaría 1ª. Los efectivos se envalentonaron diciendo que allí, en la comisaría, mandan ellos. Lo mismo que dicen los proxenetas en los prostíbulos.
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