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Vestida con una camisa de Tsumori Chisato y un pantalón con estampas de inspiración vegetal, la artista Luna Paiva se refiere a sus obras con formato de dioramas realizadas por encargo de la nueva tienda Hermès de Buenos Aires. Paiva estudió historia del arte y arqueología mientras estuvo radicada en París y participó de las muestras Nova Foto Argentina San Pablo 2008, Vida de Diva CCR Buenos Aires 2010, The Magic Carpet The Crypt Gallery Londres 2010, Mujeres Artistas Frankfurt Art Fair 2010, Zoom Marlborough Gallery Madrid 2011, Ultimas tendencias Mamba Museo de Arte Moderno de Buenos Aires 2012, Performing the body Ivo Kamm Gallery Zurich 2012 y Dioramas, Centurion event Miami Art Basel 2013.

Luego de quince años en el circuito de la avenida Alvear, la firma francesa que tiene entre su vasto currículum de iconos a la “Kelly Bag”, se mudó a un local de cien metros situado en la esquina de Alvear y Rodríguez Peña, en los bajos de un edificio construido por el arquitecto Salamone. Allí, se puede apreciar un extraño mundo de simulacros de plantas tropicales y dark ideado por Luna, que dialoga tanto con los nuevos modelos de carteras como con algunas piezas clásicas y campanas de cristal.

El disparador para las vitrinas que celebran la nueva tienda fueron los viajes de los naturalistas Aimé Bonpland y Alexander Humboldt por América del Sur. “Mi interés por las plantas y los dioramas empezó a partir de unos viajes que hice al Paraguay. Crecí con la fantasía de la selva paraguaya. Mi papá (el fotógrafo Rolando Paiva) hacía viajes por el Paraná y hoy yo continúo ese camino con mi lenguaje y comparto silenciosamente con él esta exploración. Para el proyecto de las cuatro vidrieras de Hermès les presenté los dioramas y unas esculturas en bronce de plantas del desierto. A través de las vidrieras había que contar la historia del naturalista francés Aimé Bonpland que descubrió y documentó 60.000 ejemplares de plantas desconocidos en Europa y que finalmente se quedó a vivir en Argentina. Es una historia apasionante que además une Francia con Argentina”, dice.

¿De qué modo considerás que esas historias dialogan con las carteras y la iconografía de Hermès? ¿Elegiste accesorios y prendas de la última colección o los clásicos?

–La historia del naturalista francés, que se quedó a vivir acá continuando con sus exploraciones y plantando mate, enriquecía el lazo que existe entre Hermès y la Argentina. Los productos que se pusieron son de la última colección y estuvieron a cargo de Javier Iturrioz, que es estilista de Hermès hace 15 años. Una de las vidrieras simula un cabinet de curiosidades en el medio de la selva; ahí aporté unas campanas de cristal y unos pájaros de porcelana que me prestó Gabriel del Campo.

¿Sos usuaria y conocedora de la historia de la firma? ¿Alguna vez modificaste prendas heredadas de tu mamá –la elegante galerista Teresa Anchorena– con trazo punk?

–Soy conocedora porque creo que es una marca que ya forma parte de la cultura francesa donde se fomenta y pone en valor el artesanado de cada rubro. Lo del trazo punk es una buena idea.

¿Cuáles fueron los materiales ineludibles para la representación de la selva?

–Para el diorama de la selva utilicé un fondo que es una fotografía que saqué en Paraguay, papel recortado y pintado a mano, madera y metal para las estructuras. A la producción la hice junto a Alita Olivari, una gran amiga y artista con quien comparto el taller. Si bien cada una hace lo suyo, también hacemos dibujos, cerámicas y otros trabajos a cuatro manos. Nos gusta mucho trabajar juntas. (Alita se paseaba junto a Luna entre los dioramas, vestida con una camisa con polka dots, el pelo en un chignon y narraba con el mismo énfasis tanto las historias de su abuelo sastre como su militancia en el cuidado de los gatos abandonados.)

La naturaleza es una constante en tus obras: la idea podría extenderse a tus retratos de divas bomb shells con sus plumas, también a la serie de los petirrojos como el que está exhibido en la tienda Pesqueira y una actual serie de cactus en cerámicas y metales. ¿De dónde proviene esa influencia?

–La influencia es la mística del Paraguay, la tierra de mi padre, no lo puedo entender de otra manera. Cuando estoy allá o en el medio de la naturaleza siento que todo está en su lugar, el entorno y yo, un orden natural que me estimula. Mirando hacia atrás en mi trabajo, como si fuera una retrospectiva, pensé que las divas con sus plumas también forman parte de este interés por la naturaleza como aves o seres extraordinarios (se refiere a una serie donde fotografió desde la Coca Sarli hasta Mónica Farro, en sus hogares y con sus ropajes). La escultura es un nuevo camino que estoy explorando ahora y que me da gran satisfacción.

¿En qué se diferencia pensar una obra para un escaparate que en relación a una galería? ¿Acaso se los podría comparar con prendas hechas a medida?

–Yo no veo gran diferencia. Al proyecto de Hermès lo encaré como si fuera una obra mía y creo que eso es lo que les gustó del proyecto. Considero que el arte puede interactuar con todo, la moda, la comida, la música, la arquitectura, todo lo que uno se pueda imaginar y que esas inspiraciones y colaboraciones resultan enriquecedoras.

¿Cuándo comenzaste a trabajar con la técnica de los dioramas y qué representan para vos esas pinturas panorámicas ideadas circa 1822?

–Empecé a trabajar con los dioramas cuando comencé a explorar otra forma de representación de la fotografía. Primero con los pájaros en gran formato y cajas backlight con forma de pájaros y después decantó en hacer unos pequeños dioramas como los de los museos de ciencias naturales. Transformé pequeñas cajas con una selva tridimensional con una foto al fondo, que da la sensación de profundidad. También quise explorar nuevos paisajes, más desérticos. Y ahí aparecieron las esculturas en bronce de plantas suculentas y cactus. Me sentí muy identificada con Aimé Bonpland.