De los pocos detalles que pueden escapársele a la media acerca de los –siempre celebrados, festejados, adorados– canes, podría señalarse: que usan los músculos de sus orejas para impostar más de 100 expresiones faciales o escuchan a distancias cuatro veces mayores que las personas; que por instinto dan vueltas en círculo antes de recostarse a descansar (en la naturaleza, la acción les asegura convertir la hierba alta en una cómoda camucha); que –horror– algunas tribus los usaban para el guiso; que los primeros ejemplares fueron domesticados en Europa por cazadores recolectores hace 19 mil y 32 mil años; que, dado el cruce y la adiosada mano del hombre en su afán de crear especie, hoy es prácticamente imposible determinar qué raza es ancestral...

El detalle que no le será ajeno a nadie, sin embargo, es que, una vez en el auto, estos bichos se desviven por sacar la cabeza por la ventanilla. Sea por la ventisca refrescante sobre el lanudo rostro o la adrenalina que despierta la velocidad, ningún/a dueño/a o testigo involuntario es ajeno a la práctica que desvive a los supuestos “mejores amigos de” (ciertos estudios señalan que lo son del varón, mientras los mininos detentan el título con las señoras, pero ése es un –discutible– sapo de otro pozo). Y ése ha sido el preciso instante que la multipremiada fotógrafa con base en Los Angeles, Lara Jo Regan, decidió capturar para su último trabajo (devenido en viral, dicho sea de paso).

Así, bajo el autoexplicativo título Dogs in Cars, la artista explora el alegrón experimentado por pugs y huskies, entre otros, cuando la brisa los golpea a la cara. “Por lo general intento desarrollar ideas extrañas y complejas, pero –como dueña de tres perros– este proyecto me miraba de frente. Quería eternizar la increíble energía primaria, nunca antes vista, de canes delirantes en un viaje en coche.” Lúdico, delirante, monono y altamente disfrutable: como un cachorro babeante a la espera de una aventura.