La Argentina tiene doce semanas de licencia por maternidad, quince días menos que lo establecido por la Organización Internacional del Trabajo (OIT) como el tiempo promedio que una mamá necesita para dedicarse a su hijo o hija. Pero la licencia por paternidad es todavía más vergonzosa: dos días. Ni siquiera un fin de semana largo o una Semana Santa, como si llegar a la casa con un nuevo bebé y acompañar a la mujer en la bajada de la leche, los cambios de pañales y los desvelos nocturnos fuera un trámite express.

En el mundo existe este permiso para varones en 79 países y en 70 de estas naciones el permiso para ausentarse del trabajo es remunerado. Se registraron grandes avances porque en 1994 sólo había 40 estados en donde los varones tenían derechos como padres. En Argentina también hay avances, pero sectoriales –por gremios– o regionales –por provincias– y generalmente abarcativos de empleados públicos o a cargo del Estado o entes autárquicos. A la vez que los proyectos de ley nacionales son postergados una y otra vez para no enfrentar a los intereses empresariales en pugna.

En este sentido, el ministro de Trabajo, Carlos Tomada, consultado sobre si esperan el final de las paritarias para intentar motorizar un proyecto nacional dijo que la legislación depende del Congreso Nacional pero que están interesados en ver si puede surgir una nueva iniciativa. Mientras que, a nivel local, en Mendoza se aprobó un proyecto de la diputada (FpV) Sonia Carmona, que contempla una licencia de paternidad por quince días para agentes de la administración pública (del Poder Ejecutivo, Judicial, Legislativo, entes autárquicos y organismos de control) e invita al sector privado a adherir a esta norma que apunta a “garantizar la igualdad de oportunidades entre hombres y mujeres y desterrar la arraigada concepción de que sería natural que por ser mujer exclusivamente la madre debería ocuparse abnegadamente del cuidado de la prole”.