La artista británica Laura Dodsworth, con sede en Londres, Inglaterra, dice que hace “fotografía honesta”. Dice también que le resulta fascinante “la dicotomía entre las vidas personales de las mujeres y cómo son representadas en los medios, cómo se sienten respecto de sus senos y cómo son presentados para consumo público”. Finalmente, dice que quiere volver a humanizar el cuerpo femenino. Que, para amigar a las mujeres con su fisonomía, ha craneado Bare Reality (en castellano, Realidad Desnuda), un proyecto que comenzó hace dos años. Allí la doña retrata los torsos desarropados de una centena de mujeres verdaderas, sin intervenciones cosméticas, con marcas de su historia en la piel. “Para mí, éste es el resultado de ser mujer, feminista y fotógrafa”, remata la creadora.

Y es que, cansada de la dañina ficción de las siempre turgentes tetas mediatizadas, seriadas e inalcanzables (por métodos naturales, al menos), Dodsworth se embarca en una exploración que intenta “entender experiencias a través del cuerpo propio, romper la burbuja de fantasía y detonar la versión idealizada, juvenil e hipersexualizada” que abunda a diestra y siniestra en tevé, revistas, cine, entre otras ventanas. Con dichas metas entre ceja y ceja, gatilló pares de todo el arco –19 y 101 años–, de todas las tallas y sexualidades, de distintas etnias, pidiéndoles a sus dueñas que aportaran una porción de su historia. El resultado –una serie impresionante de pechos sin retocar y la bio que los acompaña– intenta más que ser serie viralizada o exposición de momento: gracias a la ayuda del crowdfunding, ha de volverse libro en lo inmediato. Y por cada ejemplar vendido, Laura hará una donación al Breast Cancer UK. Causa justa por donde se mire.