Viernes, 12 de septiembre de 2014 | Hoy
EL MEGáFONO
Por María Victoria Arias *
En el siglo XIX Ibsen le hacía decir al marido de Casa de muñecas: “No tienes más que apoyarte en mí. Dejaría de ser yo un hombre si tu incapacidad de mujer no te hiciera el doble de atractiva a mis ojos”. Nora, su esposa, rompe el hechizo, se saca el disfraz y abandona el hogar en un desenlace escandaloso para la época. En La casa de Bernarda Alba, Lorca dice a través de Adela, la hija menor arrebatada por la pasión y el sexo a escondidas de la madre opresora: “Mi cuerpo será de quien yo quiera”, y al final pagan este atrevimiento con su muerte.
Ahora una niña puede leer en la revista TKM que para conquistar a un chico más grande tiene que hacerse la tonta, la interesante, ponerse push up, en definitiva sexualizarse, ser quien no es para que la quieran. Luego prende la tele y ve horas dedicadas a burlarse de una vedette que exagera en su rol de rubia hueca y que se arruinó la salud por las cirugías.
Panóptico de cuerpos disfrazado de recetas para ser feliz, para ser correcto, para que te acepten. Teatro de simulaciones en los que la actriz debe representar un sistema de engranajes contradictorios, pero siempre luciendo sonrisa de princesa conforme a su papel.
Una sociedad que a través de sus comunicadores clasifica cuerpos y genitalidades y desconoce leyes esgrimiendo “derecho a la opinión” es terreno fértil para la humillación y la violencia.
Esta sociedad-espectáculo irrumpe en la vida escolar, produce desencuentros, escándalos, interpela desde el lenguaje, las redes sociales, y los adultos siguen mostrándose desorientados frente a los nuevos paradigmas que, en realidad, son reciclados de antiguos mandatos, de la cultura patriarcal. Se acusa a las nenas de ser rápidas, huecas, súper expuestas, pero al mismo tiempo se siguen negando sus derechos a la información, a la educación sexual, ya que si bien algo se ha avanzado y hay algunas experiencias aisladas, la ley 2110 (de la ciudad de Buenos Aires) sigue encontrando resistencias y silencios. Esta sociedad que vende cuerpos como en góndolas luminosas, sí educa en sexualidad a nuestras pibas y pibes. Les dice que las mujeres son cosas, objetos de consumo, no queribles, que tienen que exponerse para recibir algo de atención y afecto. Que los hombres son seres irracionales, obligados a ser violentos, a acosar en la calle, que son machos si se la bancan, si desprecian lo femenino.
La hora de literatura puede ser una maravillosa oportunidad para comprender que las cosas no han cambiado tanto, que los antiguos discursos aún perduran en la sociedad, reelaborados. Basta dar la palabra, abordar estas obras desde una perspectiva que eduque para rebelarse a estas normas, sacarnos los disfraces como Nora, para que chicas y chicos puedan desnaturalizar las violencias y opresiones, comprender continuidades, despertar.
* Escritora y profesora de Literatura en la Escuela de Educación Media (EEM) 2 DE16 Agustín Tosco, Colegio 19 Luis Pasteur y Bachillerato Trans Mocha Celis. Activista por la Ley de Educación Sexual, capacitadora y tallerista. Coordinadora de proyectos de implementación de la ley 2110.
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