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Viernes, 10 de octubre de 2014

MONDO FISHION

Regreso con gloria

 Por Victoria Lescano

El lunes 6 de octubre, desde las páginas del Women’s Wear Daily, el periódico especializado en noticias de la industria de la moda, se oficializó el anuncio del regreso de John Galliano a la moda y como director creativo de la firma Martin Margiela que desde hace algunas semanas se rumoreaba entre los asistentes a las colecciones europeas. El italiano Renzo Rosso, antaño creador de Diesel y actual director del grupo OTB –cuya sigla alude a la expresión only the brave– señaló desde un comunicado de prensa: “La firma Margiela está lista para una nueva y carismática alma creativa y John Galliano simboliza uno de los talentos más grandes. Alguien que siempre ha innovado y desafiado esta industria. Espero que con su regreso dé forma a ese sueño de la moda que solo él puede crear y deseo que encuentre su hogar acá”. Apenas unos minutos más tarde, apareció la imagen del diseñador inglés de 53 años retratado por Patrick Demarchelier vestido con un traje azul marino, una camisa a rayas coronada por gemelos y una corbata al tono. Lejos del imaginario extravagante vestido cual torero o con trajes de piel y la melena sauvage que supo exhibir al cierre de sus colecciones para Christian Dior, lució afeitado cual ejecutivo y el pelo hacia atrás: la única extravagancia fue el perrito color caramelo entre las manos.

La imagen del Galliano torero se replicó de todos modos en las principales publicaciones de moda, así como también Purple Magazine rescató de su archivo la imagen del diseñador formado en el Central Saint Martins de Londres, pionero en revolucionar las casas de alta costura francesa del siglo XX, en una celebración de pasarela y con cometas de papel cayendo sobre su figura. Luego de cuatro años alejado de la industria de la moda, vale recordar que la firma Dior lo expulsó luego de un video que lo mostró absolutamente fuera de sus cabales, trasnochado y esgrimiendo desafortunados comentarios antisemitas. El mundo de la moda que lo veneraba le dio la espalda –salvo excepciones como la editora de Vogue Anna Wintour o la modelo Kate Moss–. Luego de una rehabilitación por su adicción a las drogas y al alcohol y el zumbido de rumores que aseguraban tanto que la difusión de esa filmación había sido una mala jugada de los dueños de Dior (el grupo LVMH, dirigido por Bernard Arnault) para desvincularse de Galliano como que Galliano deambulaba por las calles de París luciendo como un mendigo, en 2013 John rompió el silencio cuando apareció en el programa del entrevistador Charlie Rose, quien pareció someterlo a un juicio, más que a una entrevista. El gesto provocó una parodia con forma de teatro de marionetas, ideada por la revista académica Vestoj (y donde Galliano apareció cual títere vestido con traje de Napoleón). Sus intentos de regresar al circuito laboral tuvieron que sortear varios obstáculos: una posible cátedra Galliano fue saboteada en la escuela Parson’s de Nueva York por algunos alumnos y su colaboración en la firma Oscar de la Renta colección otoño invierno 2013-2014 no se sostuvo por más de algunas semanas. El único atisbo de sus trajes dramáticos emergió en el vestido de novia que en agosto de 2011 le encargó la modelo Kate Moss para su boda con Jamie Hince y cuya realización, en palabras de Galliano, “fue mi rehabilitación creativa”.

Sus primeros pasos más recientes fueron como mentor de un grupo de estudiantes en Saint Martin’s, así como también un contrato para la firma de cosmética rusa L’Etoile. Su debut oficial en Margiela se podrá apreciar en el contexto de las colecciones de enero 2015. La noticia del regreso de Galliano fue celebrada por los seguidores de la moda hartos del espíritu fast fashion y cierta abulia que impera en varias de las principales firmas de moda. También en el contexto de la semana de la moda de París, se oficializó el final de las colecciones prêt-à-porter de Jean Paul Gaultier: lejos de cualquier despedida solemne, optó por un simulacro de concurso de belleza conducido por Rossy de Palma y continuará con la línea de alta costura.

Lo insólito de la noticia del regreso de Galliano reside en que la maison Margiela fue creada por el diseñador belga más célebre por su bajo perfil (durante años se rehusó a dar entrevistas, al punto que su figura fue tan esquiva en la moda como la de Salinger en la literatura), cuya etiqueta se jacta de no tener logo y donde los asistentes de diseño suelen llevar batas blancas despojadas de todo significado. Designar a uno de los espíritus más vanidosos que recuerde la moda fue una sorpresa para muchos. Basta con remitirse al imaginario de sus colecciones para Dior, en su apartado alta costura o bien indagar en alguna colección de la etiqueta John Galliano para hombres, donde los modelos emulaban a príncipes orientales: llevaban batas de raso, los ojos maquillados y el rostro protegido con polvo de arroz y de ese modo significaron una patada a la androginia predicada por otros diseñadores. Mientras que en 1990 los dictámenes de las tendencias pregonaban el grounge, Galliano apostó por la silueta de los años ’50. Su reinado en la firma Dior, fechado entre 1997 y 2011 –el año de su despido– siguió a rajatabla la máxima “Mi deber, mi misión en esta tierra es hacer que la gente sueñe a través de las ropa”.

Por el contrario, el estilo de Margiela (su firma se fusionó con el holding italiano en 2002 y Martin se retiró en absoluto silencio circa 2009, por estar en desacuerdo con las estrategias comerciales de Renzo Rosso) se caracteriza por el elogio de las costuras y los ruedos descosidos y por predicar construcciones para el cuerpo despojadas de todo ornamento. Muy lejos de inspirarse en los años ’30, los ballets rusos y los figurines, en ocasiones Margiela cambió en sus presentaciones de colecciones el empleo de las modelos por el uso de percheros que acarreaba algún operador. En 1997 llevó a un museo de Rotterdam una puesta de ropas pintada con una fórmula química que incluía bacterias (y como resultado de la colaboración de un científico): las prendas que inicialmente fueron blancas, grises y beige, muy pronto empezaron a mutar por la pintura de hongos y así trazaron estampas tan orgánicas como insólitas.

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