Viernes, 17 de octubre de 2014 | Hoy
SALUD SEXUAL
En un colegio de Luján le labraron un acta a Mariano Massone, un profesor de literatura, por dar clases con perspectiva de género y diversidad. En la misma semana en que el sida volvió a los titulares gracias a los entredichos entre un activista y un showman generando pánico por la entrega de los medicamentos, Massone denuncia persecución ideológica por ser gay y vivir con VIH y no quiere seguir siendo carne de cañón para la discriminación.
Por Luciana Peker
En el colegio secundario de los Hermanos Maristas de Luján tenía novias. Ya bastante se mortificaba con sentirse diferente porque no le gustaba el fútbol y parecía que esa indiferencia por los rastros del gol lo convertían en un mudo social, casi como si no supiera decir buenos días, entre sus compañeros. Por eso, y por sus dudas, por el devenir del deseo tenía novias. Pero ni toda la culpa junta que sentía podía contener su tentación. El problema es que la tentación clandestina se pone oscura y sin reglas. Ni siquiera la de usar preservativo. “Yo sufrí mucho y no quiero que a los chicos les pase lo mismo”, dice Mariano Massone y reafirma: “La educación sexual protege”.
“Las cosas no dichas entran en el silencio y empujan a situaciones clandestinas que están mal, como no usar preservativo, no cuidarse, el silencio, la culpa, creer que la relación sexual es lo único importante y no crear una sexualidad más humana. Cuando uno está en la clandestinidad vas a un dark room y hacés lo que sea porque todo es clandestino. Por eso yo, a los 15 o 16 años, estaba con tipos grandes que no querían usar preservativo y no estaba educado para decidir si tenía relaciones –o no– con preservativo. La discriminación produce baja autoestima porque, cuando te das cuenta de que sos homosexual, te sentís en inferioridad con respecto a las masculinidades de los otros”, relata. Pero ahora tiene 29 años, casi tres décadas que doblan en dos mitades dos países, el que se tenía que esconder y el que le permite soñar su fiesta de casamiento con su pareja, Marcos.
Las nuevas leyes y los nuevos derechos acompañan a que su nuevo deseo propio (el casamiento) le ponga la letra a la familia que conforman con Marcos y, también, a su deseo colectivo: nuevas generaciones más protegidas para vivir el placer sin miedos y sin riesgos. Por eso, la Ley de Educación Sexual Integral 26.150 –aprobada por el Congreso de la Nación en el 2006– no sólo sugiere sino que obliga a todos los colegios –públicos y privados, religiosos y laicos, de nivel inicial, primario y medio– a dictar –de forma transversal y en todas las materias, no con un solo taller específico– contenidos para poder cuidarse de embarazos no buscados y enfermedades de transmisión sexual y para poder festejar la diversidad sexual y no avergonzarse ni tantear el placer a ciegas, como si no se pudiese abrir los ojos para gozar.
Sin embargo, a Mariano Massone, poeta, escritor, licenciado en Letras (egresado de la UBA), profesor en Enseñanza Media y Superior de Letras y docente de lengua desde hace cuatro años lo sancionaron, según denuncia, como una forma de persecución por trasmitir conocimientos de educación sexual y, especialmente, por abrir la mirada sobre la diversidad sexual entre los y las adolescentes. El además es activista de la Red de Jóvenes y Adolescentes Positivos y cuenta que los directivos y docentes de la Escuela Media Nº 3 de Luján rechazaban tomar mate con él y hablaban en la sala de profesores de enfermedades –como la tuberculosis–, de forma despectiva, para amedrentarlo.
Y, en realidad, la variable por la que lo sancionaron tiene que ver con un nuevo desafío educativo que traspasa a toda la comunidad y sobre el que todavía no hay reglas claras sino consensos cara a cara. La mayoría de las alumnas y alumnos les piden a los profesores/as con los que tienen una buena relación integrar su Facebook. Pero Mariano no quiso dejarlos ingresar a su intimidad y creó una página especial para el grupo de chicos y chicas más grandes con el fin de intercambiar contenidos educativos. Pero el 1º de septiembre, en la escuela pública bonaerense, lo sancionaron por el uso indebido de Facebook y Whatsapp. El remarcó que nunca tuvo chateos privados con sus alumnos. Sin embargo, los chicos le dijeron: “La profesora de sociología nos dijo que usted nos iba a pedir el Whastsapp y después nos iba a violar”.
A partir de ahí entró en crisis, no volvió a la escuela y el 11 de septiembre –Día del Maestro– presentó una denuncia ante el Inadi por discriminación y persecución ideológica. La noticia salió en el diario El civismo de Luján, y se multiplicaron los comentarios. Una alumna puso: “Gracias a Mariano, que fue mi profesor, no quedé embarazada”. Y también recibió la adhesión de la Federación Argentina de Lesbianas, Gays, Bisexuales y Trans (Falgtb) y de la Red Argentina de Jóvenes y Adolescentes Positivos (Rajap). Pero la catarsis del odio social escupió muchas críticas infundadas, como que un profesor de literatura no puede dar educación sexual porque no es su materia, cuando la ley obliga a dar educación sexual en todas las materias porque no hay ninguna materia específica. “Hay un ataque muy violento hacia mi persona y a lo que represento como homosexual y persona viviendo con VIH. ¿Hay tanta gente que piensa que ser homosexual no es natural en el 2014, después del matrimonio igualitario y la identidad de género?”, pregunta. “Yo empecé en esta escuela en abril y en seguida comenzaron a cizañarme porque era VIH positivo”, describe. Pero, mientras sus pares lo relegaban, los chicos y chicas le pedían más atención y diálogo. “Me querían agregar en las redes sociales y yo les dije que no para resguardar mi intimidad. Pero les propuse armar un grupo de Facebook de alumnos. Le pregunté a la secretaria y me dijo que sí, que no había problema. Yo con los chicos mantengo la distancia profesor y alumno, pero me llevo muy bien. Creo que es posible una educación más humana y que no tenga que ver con el autoritarismo sino con el diálogo y el consenso. Por eso no quise ni que vean toda mi intimidad ni excluirlos. Pero el 1º de septiembre me hicieron firmar un acta en donde me decían que se sugería el buen uso de Whatsapp –que yo nunca usé con alumnos– y Facebook.”
Los medicamentos de IOMA no le llegaban, el sueldo era sólo de 1500 pesos –en vez de 4000– que le correspondían y Mariano tuvo una crisis depresiva. “Sentí que no quería vivir más”, cuenta. Pero ahora está dispuesto a luchar, aunque no quiere exponerse más a que le den vuelta la cara: “Sí, vivo con VIH y hay un montón de personas que viven con VIH. ¿Cuál es el problema? Es una enfermedad crónica más. No soy un perverso ni dejo de poder dar clases”, delimita y cuestiona: “Incluso contesté una encuesta del Ministerio de Educación de la Nación diciendo que los profesores eran muy heteronormativos y en el colegio me contestaron que sexualidad no era lo que yo daba. Pero la educación sexual no se cumple y los profesores que dan educación sexual son castigados”.
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