Aunque evidente, la referencia está a la orden del día: Gail Albert Halaban (1970) trae La ventana indiscreta a la vida. Pero, a diferencia de James Stewart y Grace Kelly, no es un crimen lo que esta fotógrafa norteamericana intenta desentrañar. Es la vida cotidiana la que motiva su trabajo descaradamente voyeur, ligeramente melancólico, evidentemente irresistible. En sincopado ritmo visual, la artista hace base en un apartamento, corre la cortina y gatilla los mundos privados de lxs (advertidxs) vecinxs de enfrente, amén de retratar momentos mundanos de gente común. Con guiños –según subrayan las voces especializadas– a ciertas pinturas de Edward Hopper, lo hizo en Los Angeles y en Nueva York, y ahora emula fórmula en París con Vis-à-Vis, su más reciente serie.

“Una exploración de las tensiones y convenciones del estilo urbano de todos los días”, definen los medios que han viralizado el trabajo de quien captura “atmósfera cinematográfica e intimidad doméstica”, confunde la barrera entre ficción y realidad, y todo aquello lo imprime en formato libro (su recientemente editado París Views, de 120 páginas y 60 imágenes a color). Permitiendo, dicho sea de paso, aventurarse en el placer mirón y chusmeta del verdadero universo parisiense, sin culpas y con justificación artística.

“El proceso fotográfico conecta al vecindario creando un sentido de comunidad contra la soledad y la abrumadora escala de las metrópolis”, ¿se justifica? la creadora. Que, en plan más sincero, anota: “Simplemente me gusta ver a través de las ventanas”. Así, sí, doña Gail, dueña de un Master of Fine Arts de la Universidad de Yale. Porque, como anota Le Monde, “en el centro del constante ir y venir entre el exterior y el interior, la ventana se convierte en un lugar de paso, una frontera invisible y frágil entre dos mundos: la ciudad, con su ruido y sus multitudes; y el espacio cerrado donde el tiempo se envuelve sobre sí mismo”.