Viernes, 14 de agosto de 2015 | Hoy
La llegada de la menstruación no suele ser visitada por la literatura. De hecho, ¿quién de nosotras leyó alguna vez un libro sobre el tema que no sea una guía sobre sexualidad o un manual de biología? En mis recuerdos, lo único que asocio puntualmente al tema tratado públicamente, por fuera de la intimidad familiar, es una charla en el aula de 5º grado de la escuela primaria, con una maestra que nos explicaba cómo ponerse una toallita con tan poco tacto que todas salimos de ahí con más dudas y más vergüenza de la que teníamos cuando habíamos entrado. Era una maestra muy cruel, que nos hacía sentir culpa contándonos cuánto había llorado ella cuando su hija le dijo que le había venido, como si crecer implicara lastimar a nuestras madres, por si no teníamos suficiente con los cambios hormonales. También recuerdo que los varones eran segregados de esa charla. Y que las promotoras de Carefree nos regalaban apósitos y hacían propaganda entre prepúberes desorientadas.
En la segmentada industria de la literatura infantil del siglo XXI, la menstruación es una cuestión un poco más habitual y recurrente que antes. Dos libros editados en el país este año la abordan, cada uno a su manera. Mamá me vino, de May, Marta y Julia Serrano (editado por Madreselva), es la adaptación local del español “Mamá, me ha venido la regla”. Se trata de un cuento ilustrado profusamente y narrado en primera persona, sobre lo que supone la primera sangre en la bombacha y el largo tránsito por el cual nos convertimos de niñas en mujeres. El foco está puesto sobre todo en la comunidad de la que empezamos a formar parte desde el momento en que menstruamos: acá el hecho es motivo de alegría, de festejo, de reunión familiar, en la que las mujeres de esa tribu, en una suerte de ritual, introducen a la pequeña en su círculo, la aconsejan y acompañan, evacuan sus dudas y le enseñan cuán importante es escuchar cómo habla el cuerpo y cuidarlo y disfrutarlo. “Cuántos días voy a estar sangrando? ¿Me hará falta una transfusión después? ¿Huelo mal cuando menstrúo? ¿Soy una mujer y ya no podré disfrutar como una niña?”, son las preguntas que salen y que se van respondiendo con paciencia y bastante ternura en las páginas de esta historia, sin rodeos ni dramas.
La otra publicación sobre el tema es Mi primer libro rojo, escrito e ilustrado por Violeta del Río. En éste, el primer sangrado es motivo de confusión, de molestia física, de sensibilidad. Es secreto que todavía no se les cuenta a los varones de la casa, y es cariño de madre que orienta y calma. Está también muy presente la idea del orgullo que implica para la madre saber que su hija está sana, que su cuerpo se manifiesta: “Lo que estás viviendo es nuestra propia naturaleza, es la puerta al universo femenino. Todas las mujeres somos hermanas de sangre. Bienvenida, hija”, dice emocionada ante una chica que tarda un poco en entender qué implica toda esa comunidad silenciosa entre las hembras. El libro termina remarcando la importancia de controlar las fechas de los sangrados, de conocer la duración de nuestros ciclos a través de una especie de diario de registro de las primeras menstruaciones, para que la lectora que esté pasando por esa situación pueda ponerlo en práctica. Libros que ayudan a acompañar los cambios psicofísicos poniéndoles palabras.
Mamá me vino... (Madreselva ediciones) /
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