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Dejen de dar vueltas como perros/as que persiguen su propia cola, amiguitos y amiguitas de mi corazón. ¿Desean cambiar? ¿Acaso necesitan de un ensayo antes de lanzarse a la aventura propiamente dicha? Facilísimo, mis queridos/das, ¡Es hora de cambiar el ángulo de ese insulso espejo que adorna la cómoda y ver cómo se multiplican los descubrimientos en el mismo lecho que creían tan remanido! ¿Por qué? Sencillo: según donde usted coloque tan útil adminículo el panorama se modificará hasta hacerlo irreconocible a sus propios ojos:
1. En el piso: Inmejorable lugar para apreciar el esplendor de sus partes pudendas, trazar el mapa de sus propias sensaciones y conducir los barcos/as a puerto seguro. No recomendable para personas de músculos débiles, la posición vertical es fatigosa y recostarse sobre el espejo hace perder la perspectiva.
2. En el techo: ¿De quién es esa linda espaldita? ¿De quién esos bajos que se contraen rítmicamente? No se conteste, al menos no sinceramente, deje volar su imaginación e incluso pídale a su compañera/o que porte peluca -en la cabeza, no sea rebuscada/o–. Así será más fácil poner alas a sus retorcidas/os ideas.
3. De costadete: La perspectiva siempre ayuda a tener una noción del todo/a. No siempre es fácil pedir algo a quien está encima de una/o, mucho menos corregir el rumbo de esas manos peregrinas. Háblele al reflejo, ponga distancia con un simple cambio en la orientación de su mirada y olvídese de la vergüenza de tener que alquilar películas triple X. ¡Es económico y no hay riesgos de inútiles comparaciones con las dimensiones de pantalla!
4. Enfrentados: Aquí necesita usted de dos espejos, ¡pero es tanto más fácil que tener dos amantes! La imagen se multiplica sin necesidad de multiplicar a los comensales. Así usted ahorra en intimidad y en reclamos posteriores.
Huelga decirlo, aunque nunca es en vano, todo esto será inútil si ustedes, amiguitos/as, insisten en hacerlo con la luz apagada.