Viernes, 26 de mayo de 2006 | Hoy
MONDO FISHON
Por Victoria Lescano
Los grandes sombreros cosacos de piel auténtica o artificial, las chaquetas de corte militar con doble fila de botones y galones rusos y las faldas babushka con abalorios, piel y lentejuelas ilustran el furor del estilo cosaco que estalló en las pasarelas europeas 2005 desde que Yohji Yamamoto hizo un desfile con músicos rusos en escena, Kenzo citó el crisol de folk de nuevas regiones rusas y San Petersburgo devino imaginario de moda favorito en las pasarelas europeas. Con buenos y malos resultados, la industria local intenta seguir a rajatabla sus preceptos en pasarelas del invierno 2006 (el folk ruso a la criolla se vio en Estilo Alcorta, Alta Moda), irrumpe en campañas gráficas y puestas de vidrieras. Para apreciar un superlook cosaco vale remitirse al cine clásico de los años treinta y, precisamente, a la extravaganza rusa ideada por el diseñador Travis Banton para vestir a Marlene Dietrich en el film The Scarlett Empress: en su rol de Catarina la Grande, y dirigida por Joseph von Sternberg, Marlene luce un vestido colosal con gorro cosaco y manguitos de piel, y en una aproximación a la moda masculina, vistió traje blanco: pantalón, camisa y chaqueta con cientos de botones.
“Me propuse no copiar estereotipos ni imágenes de libros, preferí, en cambio, ponerme en la mente de un diseñador del siglo dieciocho”, argumentó el creador de esos atuendos. Otro revival del estilo ruso se puede fechar en el invierno de 1976, hace precisamente treinta años, cuando el modisto Yves Saint Laurent (quien ya había creado una irónica novia dentro de un capullo de punto color marfil con cintas de satén que evocaban una muñeca rusa) presentó la colección “Ballets Russes Opera” ensamblando abrigos de cosaco con remates de visón, trajes babushkas multicolores y camisas vaporosas. “Una colección revolucionaria que cambiará el curso de la moda en el mundo”, enunció el New York Times sobre esos artificios.
Otro caso de furor soviético en la moda sucedió como consecuencia de la Revolución Rusa: la duquesa Marie Pavlovna, hija del gran duque Paul, organizó un negocio en defensa del artesanado y las tradiciones y empleó a mujeres expatriadas rusas para bordar los motivos de los trajes de campesinos en prendas y accesorios. Sus servicios fueron requeridos por Coco Chanel y Jean Patou.
El protagonismo de la moda rusa 2006 se extiende a un fashion week con sede en Moscú, que crece a una velocidad similar a aquella con que las tenistas rusas (Sharapova, Kournikova) se desplazan por los tenis courts en zapatillas de oro concebidas para ellas y declaran que van a dejar el deporte por las pasarelas. Y el diseñador Denis Simachev, referente de la vanguardia, lleva sus falsos cosacos por pasarelas de París y Milán, y suele resumir su método de diseño en “un rescate de las tradiciones rusas con el uso de materiales y recursos de alta tecnología”.
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