Viernes, 9 de junio de 2006 | Hoy
MONDO FISHON
Por Victoria Lescano
Ya sea en las versiones de cuentas pop que proliferan en tiendas de básicos, los puestos callejeros o el estilismo de pasarelas, los collares son el accesorio más codiciado de la temporada. En la avenida Alvear, rodeado del fulgor que emiten los parures de brillantes, zafiros o esmeraldas de las joyerías de esa zona, más precisamente en los interiores de la galería Promenade, un local –el 39– con interiores rosa oscuro llamado Celedonio ofrece variedades sofisticadas con ciertos guiños de humor y que remixan azabaches, perlas rosadas o pasamanería. El artífice de las piezas rara avis se llama Celedonio Lohidoy, se formó como arquitecto, asistió a decoradores célebres y también hizo casas para celebridades.
“Pasaron varios años desde que cambié la construcción y decoración de casas por joyas y sigo sin encontrar la palabra precisa para mi labor, más que de joyas hablo de ornamentos y obras. En ellas hay mucho de surrealismo planeado, porque controlo todo, aun el desorden, y también hay un ritmo que asocio con lo tribal, cada vez me acerco más al concepto del talismán”, dice desde su taller de producción, con mesas blancas atiborradas de maquetas que preceden a los ornamentos. En las paredes, cuelgan insólitos collages de libros de poemas del siglo XVIII con huesos e insectos.
Vale aclarar que en la búsqueda combina fragmentos de porcelana en un anillo con forma de erizo, collares con piezas del ónix y cristales de bohemia, además de botones rescatados de un ropavejero. Y enhebra piezas de cerámica, plumas, cristales con el mismo desparpajo. Lohidoy advierte que no se rige por los colores de temporada, pero sí por viajes, reales e imaginarios.
Las otras últimas noticias de su atelier –además de la apertura del local vecino al hotel Alvear– remiten a la producción de un libro de autor, donde compilará fotografías de todas las joyas realizadas y pequeños storyboards referidos a las destinatarias y en qué ocasiones fueron desarrolladas.
El listado sin duda incluirá señoras que le llevan cajas con collares de cuentas comprados en safaris por el Africa para ser transformados, una coleccionista de turquesas, la dueña de un castillo en Alemania –célebre por hacer concursar a arquitectos de todo el mundo para ornamentar sus baños– y a quien él terminó haciendo gargantillas con plumas, o bien las piezas que en Nueva York cautivaron tanto a las vestuaristas de Sex and the City (que las usaron para adornar a Sarah Jessica Parker en varias temporadas de la serie) como a las mujeres del clan Lauder.
Concluye Lohidoy sobre esos ornamentos en boga: “Mis clientas favoritas son las mujeres mayores, son más libres en sus elecciones. Ellas me remiten a mi infancia y uno de mis referentes, cuando el sonido de un collar de perlas de mi abuela me adormecía, como un mantra”.
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