Viernes, 22 de abril de 2005 | Hoy
EL MEGáFONO
El 16 de octubre de 2000, por desidia de la Justicia, que desoyó mis pedidos, la persona de la cual yo intentaba separarme, como venganza, asesinó a mis hijos, Sebastián y Valentina, de cuatro y dos añitos. Les recuerdo que yo había pedido ayuda, había presentado denuncias penales, había hecho exposiciones. Aun después de todo lo ocurrido, la fiscal María de los Angeles Lorenzo me notificó que mi causa se archivaba, ya que no había pruebas de que Ariel Bualo fuera violento.
Al año siguiente, gracias a la ayuda de mucha gente, logramos que en la provincia de Buenos Aires se aprobara la Ley 12.569, de Violencia Familiar. Gracias a Dios el asesino fue juzgado y condenado a prisión perpetua con un fallo ejemplar. El fiscal, allí, no se privó de aplicar más violencia de género: al mismo tiempo que reconocía que yo había pedido ayuda reiteradamente sin respuesta, y que en el Tribunal de Menores me explicaron muy bien qué me pasaría si no dejaba que el padre tuviera contacto con Sebastián y Valentina, me consideró culpable moral por haber permitido que el asesino viera a sus hijos.
Mi odisea continuó cuando tuve que tramitar mi divorcio: llevó cuatro años y medio. Hubo mentiras, engaños, tardanzas con mala intención, ofrecimientos dudosos de acelerar el trámite. Uno de los motivos de la tardanza fue que no encontraban al detenido... hasta que yo misma, después de meses, decidí presentarme personalmente al penal y preguntar por él. Para mi sorpresa, me explicaron que estaba allí, pero con otro nombre y apellido, para protegerlo. Fue así que tuve que iniciar los trámites casi de nuevo, esta vez contra un “alias”. Jugaron todo el tiempo con los plazos hasta que no pudieron más. Desde el contenido, la sentencia definitiva es excelente, pero desde los plazos es una vergüenza.
Esto es nada más y nada menos que otro acto de violencia, que no tiene por qué repetirse. No es justo que haya que hacer un trámite de tantos años para que me divorcien de un asesino. La Justicia en mi país no es lenta: es inmóvil, indiferente y perversa.
* En octubre del 2000, a pocos meses de haberse separado de Adriana García, Ariel Bualo pasó a buscar a los hijos que ambos habían tenido, los llevó a su casa y los asesinó. Al día siguiente, llamó a la policía. Bualo fue condenado a reclusión perpetua por la Justicia penal de Mar del Plata en el 2001.
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