Viernes, 22 de abril de 2005 | Hoy
TALK SHOW
Por Moira Soto
Habrá que verla mañana sábado, en el programa “Desde el Actor’s Studio” (por Film & Arts, a las 13, 17 y 24), cruzando los dedos para que James Lipton, el pomposo conductor, no se abatate frente a tamaña diva, hecha realmente de la pasta de las estrellas. Porque a la magnética Jeanne Moreau, que de ella se trata, no le gustará que la llamen –como sucedió en el Festival de San Sebastián, donde recibió el Premio Donostia a la trayectoria– “la gran dama del cine europeo”, pero no puede evitar que los que se acerquen caigan bajo el hechizo de su personalidad, su inteligencia, su seducción.
Muy homenajeada en los últimos años en muestras de cine –en Berlín 2000, le entregaron un Oso de Oro honorífico– Moreau fue la primera mujer miembro de la Academia de Bellas Artes de Francia, a la que fue incorporada en 2001. Ocasión en la cual llevó el tradicional traje verde bordado de los académicos que le adaptó su viejo amigo-amante Pierre Cardin. Durante la ceremonia, la actriz y directora (que se negó a llevar la espada porque prefería un broche de Van Cleef) recitó los versos de Ifigenia de Racine que le sirvieron de pasaporte para ingresar en la Comédie Française, a los 19. Durante la ceremonia, también recordó emocionada el día en que, a los 16, asistió a un ensayo de Antígona: “En ese momento supe que tenía que estar ahí arriba, bajo las luces. Ser la intransigente, la rebelde que enfrenta a los dioses, que habla por aquellos que no se atreven o que no pueden hacerlo. Esa iba a ser yo”.
Y esta hija de un restaurateur que se fundió y de una ex bailarina del Folies Bergere, nacida en París en 1928 bajo el signo de Acuario, fue esa y mucha otras heroínas, del teatro, el cine, la TV, la radio. Porque Jeanne aguantó apenas tres años en la Comédie y enseguida se lanzó al abordaje de otros escenarios, del cine. Hizo su primera película a los 20 –Dernier amour– y se pasó al Théâtre National Populaire, donde fue partenaire de Gérard Philipe en varias ocasiones. La fama y el estrellato le llegan después de haber filmado con Henri Decoin, Marc Allégret y otros cineastas, cuando se sube al Ascensor para el cadalso (1957), ritmada por Miles Davis y dirigida por uno de sus grandes amores, Louis Malle, el mismo que la llevó al escandaloso orgasmo de Los amantes (1958), donde JM era una rica burguesa que engañaba (y después abandonaba) a su marido con un joven que encontraba por ahí y que le revelaba las delicias del sexo oral.
En su momento de mayor apogeo, Moreau jugó un poco a las superstar, tuvo su Rolls Royce con chofer, ama de llaves. Un tren de vida rumboso sin dejar de laburar como una descosida. Siguió haciendo teatro a la vez que era convocada por grandes cineastas: hizo, entre otros films, Una mujer es una mujer (Godard, 1960), Jules et Jim (Truffaut, 1961), El proceso (Orson Welles, 1961), La noche (Michelangelo Antonioni, 1961), La bahía de los ángeles (Jacques Demy, 1962, ver Perlas en TV), Diario de una camarera (Buñuel, 1964), Nathalie Granger (Marguerite Duras, 1972), El otro señor Klein (Joseph Losey, 1976), Querelle (Fassbinder, 1982), Cet amour-là (Josée Dayan, sobre la relación de Marguerite Duras con Yan Andrea, 2000). “Actuar para mí es lanzarme hacia el peligro, lo absoluto, lo bello”, ha dicho esta mujer de cuerpo menudo, de un rostro cuya insolente belleza siempre tuvo un atractivo toque de reviente, que en 1971 firmó el manifiesto de las 341, “Yo aborté”, cuando la interrupción voluntaria del embarazo era en Francia un delito que podía llevarla a la cárcel.Entre sus múltiples talentos, la apasionada Jeanne ha cultivado con fruición el del canto, desde los ‘60 en que fue premiada por sus interpretaciones de temas de Cyrus Bassiak. A través de los años siguió cantando y grabando, desde adaptaciones de poemas de Norge hasta canciones escritas especialmente para ella. En 1999 se editó un CD doble antológico –Pour vous’ mes plus belles chansons– que incluye “Le tourbillon de la vie” (de Jules et Jim) y “Jeanne la française”, de Chico Buarque para el film del mismo título de Carlos Diegues.
Es la misma Jeanne que en 1975 dirigió Lumiere, en 1978, La adolescente (vista por la señal Europa Europa) y en 1983, Lillian Gish, un retrato de la gran actriz norteamericana para la televisión. Y también la mujer que a los treintaipico, cuando supo que tenía un cáncer, fantaseó con ir a México a ver a Buñuel, tomar uno de los revólveres de su colección de armas y matarse, “morir lejos de casa, en otra parte. Felizmente, la cosa fue tomada a tiempo, me dieron esperanzas. Así que no fui a visitar a don Luis, a quien por otra parte adoraba”.
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