Viernes, 7 de septiembre de 2007 | Hoy
TALK SHOW
Una dramaturga bien joven (1976), también puestista, ha encontrado una renovada formulación del muy trajinado tema de la conflictiva relación entre madres e hijas, con su consabido pase de facturas, en una pieza de sorprendente calidad,
Con M de mamá, que pese a haber sido estrenada hace un par de meses, aún no atrajo la atención de la crítica especializada. ¿Será quizás —aparte de lo inabarcable de la cartelera porteña— porque se trata de un doble debut, ya que es la primera obra y también la primera puesta de Jimena Canido?
Justamente, uno de los rasgos que llama la atención de esta pieza, que se va apoderando casi imperceptiblemente de la emoción del público con nobles e inteligentes recursos, es la madurez, la terminación que denotan tanto el texto como la puesta en escena. Además de la certera elección de un trío de actrices en el que refulge una auténtica gema, una presencia imantada: Noemí Ron. Naturalmente, Canido no es ninguna improvisada (Moseinco, Kartun, Suardi, Fernandes, Bertuccio figuran entre sus maestros/as) y por otra parte tiene una visión del mundo desde un neto enfoque de género que personaliza y enriquece el texto. Con M... surgió en un taller de dramaturgia de Javier Daulte que Jimena empezó para completar sus estudios de teatro: “Lo que me interesaba entonces era actuar, pero me enamoré de la escritura. Resulta que yo tuve una compañera de secundario que tenía una relación muy particular con su mamá. La tremenda frase de la obra —ese ‘hubiera preferido...’ del personaje que perdió un hijo— se la escuché en persona a esa madre diciéndosela a su hija. Era una familia que había tenido una pérdida grande. A los 16 me marcó mucho: creo que en ese momento supe que tenía que hacer algo con eso en algún momento de mi vida. Y en el taller, cuando tuve que escribir, partí de esa frase, sin saber bien a dónde iba. Salió otra anécdota, yo sabía que iba a encontrar la justificación de esa frase”.
Mariana, la hija que está cumpliendo los 19, aunque vive con su madre —a la que no por azar llama por su nombre, Mabel— se ha quedado en la mayor orfandad luego de la muerte accidental de su hermano Alejandro: la mamá se distanció, entre el dolor rencoroso y la negación, y el padre se borró. Triple pérdida que la chica sobrelleva como puede, tratando de resguardar algún recuerdo del hermano (que su madre sustrae), haciendo lo contrario de lo que le gustaría a Mabel, buscando alguna puerta para despegar del desamor. Jimena Canido trabaja muy delicadamente y en profundidad esa tensión entre una y otra, al tiempo que va dejando caer retazos de información, actitudes que perfilan a los personajes, objetos del pasado con peso propio dentro de esa historia donde una madre abroquelada en una mentira dice lugares comunes desde una presunta sabiduría sobre lo que es la vida que su conducta desmiente.
Entonces, cuando esa atmósfera ya es irrespirable y el diálogo imposible, aparece como “un hada buena”, tal como dice la gacetilla, Meme, la madrina que Mariana, invitó para no pasar su aniversario a solas con la madre. “Meme fue una necesidad dramática”, dice Canido. “Quería ir más allá de la simple pelea entre madre e hija. Al incluir este tercer personaje, reescribí un montón. Meme viene a traer un poco a aire, a ayudar a que las cosas se hablen de frente, evolucionen.” Para actuar a Meme, Jimena —que ya tenía a Marina Apat y a Liliana Moreno— anduvo averiguando y alguien le sugirió el nombre de Noemí Ron: “Nada más verla llegar al bar donde nos encontramos supe que era ella, y empecé a imaginar otras cosas para su personaje, me dio un vuelo más alto”. Meme, la que cumplió algunos deseos en su vida, la conciliadora que capta al instante la gravedad de la situación aunque parezca una doña desopilante en el comentario sobre los zapatos con que viajó, la que dice con aire casual, como si nada: “¿Viste que siempre dejamos pasar lo más importante?”.
Jimena Canido revela a través de su obra una clara percepción de género que despunta a veces en un segundo plano (el diálogo sobre la vecina golpeada, cuyo marido es policía, resulta de una síntesis perfecta en su toque de alerta); un oído sagaz para los asuntos de la vida cotidiana (el comentario de Mabel sobre los porteros gratificará a más de un/a espectador/a); diestros procedimientos para transmitir las transiciones de los personajes a través de un detalle de vestuario, amén de esa mezcla de ternura y humor para desplegar objetos de ese pasado que Mabel intenta anular, Mariana salvar y Meme, poner en su justo lugar.
Con M de mamá se desarrolla en siete escenas donde se reconoce una mirada que se alimenta del cine, en el uso de los planos, en el papel de la luz gracias al matizado trabajo de la maestra Leandra Rodríguez, “una artista que nunca se pone delante de la obra, una persona muy generosa”.
Como si los valores infrecuentes de Con M... no bastaran para acercarse al barrio de Boedo, antes de la función se sirven al público unas riquísimas broquetas de alcaucil, tomate y parmesano en pan de campo, con malbec del bueno. Y si hay más hambre, abajo hay un restaurante con el mismo nombre que el teatro donde se pueden comer delicias como la carne a la masa en horno de barro, picadas irresistibles, calabaza con humita y un volcán de chocolate tibio con helado de menta que te hacer pensar que la vida es mucho mejor que una película de Roberto Begnini.
Con M de mamá, los sábados a las 22.30 en Pan y Arte, Boedo 876, a $ 20 (jubilados y estudiantes a $ 10), 4957-6922, 4957-6702.
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