Viernes, 16 de diciembre de 2005 | Hoy
Nos damos cuenta de que cosas que parecían imposibles ya han sido imaginadas y descriptas en detalle por diferentes mitologías tanto griegas, hindúes, bíblicas.... Todo el mundo piensa en términos de catástrofe al estilo de la novela de Huxley, Un mundo feliz . Por el contrario, el otro extremo sería la utopía del Edén, la vuelta a una vida en el Jardín del Edén anterior a la expulsión de Adán y Eva. Este mito es muy interesante. Ya que nos dice que la expulsión del Edén se tradujo en una doble maldición: la necesidad del hombre de trabajar para ganar su sustento, con el ‘sudor de su frente’ y la obligación de las mujeres de ‘parir con dolor’. Es interesante ver cómo, cuando se trata de una maldición, ésta no implica un estado natural contrariamente a lo que se cree. El mito nos dice: esto podría ser de otro modo.Y parece que hoy en día la técnica nos liberaría de esta maldición: actualmente se trabaja de forma menos dura, y las mujeres sufren menos.
La humanidad reflexiona sobre estas cuestiones y sobre las tecnologías de la procreación desde siempre. El gran biólogo británico John Haldane, que inventó el concepto de ectogénesis en 1923, recordaba que el mito del Minotauro, el niño monstruoso nacido de los amores entre Pasifae y un toro, ya lo preveía. El arquitecto Dédalo, al construir un artilugio para que Pasifae calmase sus deseos, logró, según el científico inglés Haldane, ‘un éxito en genética experimental que la posteridad nunca ha igualado’. Haldane era amigo de Aldous Huxley, y la ectogénesis es la técnica utilizada en Un mundo feliz, la novela que reactualiza el mito y los peligros de un condicionamiento biológico, social y político. En Un mundo feliz no se cuestiona tanto la ectogénesis como la fabricación de individuos adoctrinados desde la incubadora. En la actualidad, estas tecnologías pueden contribuir a exacerbar un hedonismo egoísta, al tratar de manipular tanto el cuerpo de uno mismo como el de los demás, todo esto con el trasfondo de una competición y de un economicismo salvaje. Pero también pueden dar a las mujeres, y a los hombres, una existencia más agradable, exenta de varias formas de fetichismo; liberarlos de antiguos miedos físicos, reforzar nuestras posibilidades de amor, de bienestar y de solidaridad.”
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