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Viernes, 20 de diciembre de 2002

CLARA DEL FRANCO, DE CORRIENTES Y ANGEL GALLARDO (ALMAGRO)

“Acá nosotras somos protagonistas”

La mayor parte de su vida Clara del Franco, 84 años, militó en el Partido Comunista, y lo sigue haciendo. En las asambleas barriales, sin embargo, dice haber encontrado algo que aquella participación política nunca le dio. “En los partidos, nos guste o no, las mujeres no estamos en equidad con los varones. En las asambleas eso se dio casi naturalmente desde un comienzo", asegura.
Clara, de voz ronca y ojos brillantes, se integró a los 50 años al movimiento de mujeres y tiene la impresión de que en las asambleas “se está dando una excelente oportunidad para que empecemos a visualizar los escollos propios de nuestro género”. “Todavía –sostiene– hay que avanzar mucho en que todas tomemos conciencia de nuestras postergaciones y derechos, no sólo en el plano de la vida pública sino además en el de la vida privada”. Para hacer el intento, se animó junto con otras dos vecinas a armar dentro de la asamblea barrial una Comisión Mujer para las cuestiones de género. Ese grupo tiene ahora una docena de integrantes y se reúne todos los martes. Cuando todavía la interbarrial de Parque Centenario tenía una concurrencia importante, organizaron allí mismo dos encuentros femeninos en un sector que marcaron con telas de todos colores. El primero fue con temario abierto y el segundo se ciñó a la violencia contra la mujer. “Ahora estamos viendo cómo llegar a nuestras vecinas con temas como aborto, pobreza, violencia y sexualidad. No es tan sencillo, y además el resto de las actividades de la asamblea nos demandan bastante”, señala. Los primeros cacerolazos embarcaron a Clara en experiencias muy diferentes de las que había tenido. Por empezar, había vivido todo tipo de estados de sitio, pero siempre con un denominador común: “Apenas era decretado, se instalaba la calma pura, todo quedaba cerrado y la gente se metía dentro de sus casas. El 19 de diciembre era otra cosa. No podía creer lo que pasaba cuando salí a la calle, capturada por la música de las cacerolas. Volví a subir a mi departamento y cuando encendí la tele vi que lo mismo ocurría en todos lados. Nunca había participado en algo tan espontáneo y masivo a la vez. El ruido de las cacerolas me produce una gran alegría”, dice.

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