Cuando María Elena le escribe aquel poema a Eva Perón, ahí está su mirada de género. Cuando hace la descripción del ama de casa, cuando escribe: la tarea de la mujer, ignorada todo el tiempo por los que más ama y a los que les da todo.

María Elena tenía esa mirada tremendamente lúcida, brillante, en un momento en que no estaba escrito todo eso sobre las mujeres. Mi impresión es que escribía desde el género rebelándose ante el mandato del lugar asignado a las mujeres en la sociedad. En su obra, rompe con todos esos moldes y es muy critica con ese humor soberbio del que era capaz. Manejaba tanto el lenguaje que lo podía usar como quería. Tenía un desparpajo único, le encantaba romper el molde cerrado.

En mi último disco, grabé “Barco quieto” y “La paciencia pobrecita”. En una parte, esta canción dice “tápenme cuando me muera con una manta tejida por mis paisanas” y me dijo Sara que le puso esa manta tejida. Ahí está su reivindicación de las mujeres y desde estas silenciosas tejedoras que mantienen viva la memoria con su trabajo.

“Barco quieto” es una canción de amor tremenda, la despedida de una mujer. El barco quieto es la casa, y ahí ves cómo ella usa el lenguaje cotidiano: “Tantas charlas, tanta vida, tanto anochecer con olor a comida”. María Elena encontró nuevas formas de usar las palabras. Era una artista completa e íntegra. Creo que escribió una de las páginas más importantes de la literatura argentina, desde la poesía, desde la crítica, desde la política y desde la canción. Desde “Serenata para tierra de uno”, “Canción de cuna para un gobernante” o “Como la cigarra”, tan emblemática en la época de la dictadura. La gente toma sus textos porque hablan por nosotros, eso es trascendental.

En Sadaic, ocupó su oficina y su lugar en el directorio; cuando vinieron a sacar su nombre para poner el mío, les pedí que lo pongan del lado de adentro. Y es un honor tenerla siempre ahí, presente, como siempre estuvo ella para los argentinos.