Viernes, 22 de julio de 2011 | Hoy
YOLANDA NAVAS, GRUPO TITIRITAINAS, ECUADOR
Entre muchas otras cosas, desde hace 7 años organiza el Festival Internacional de Títeres Con Bombos y Platillos en su país.
—Cuando era niña, vi un espectáculo en la escuela. Recuerdo la adrenalina que corría por mi cuerpo: un gesto era capaz de provocarme risotadas y un miedo que aún me corre por la espalda. Ahí lo supe. Pero lo recordé muchos años después, en una presentación: estaba dentro de mi teatrino y tuve la misma sensación.
—Me entusiasma encontrarme con creadores diversos, lejanos y tan cercanos a la vez. Existimos más y más mujeres titiriteras solistas, porque podemos desarrollar personajes masculinos con solvencia, tenemos capacidad física para viajar, podemos afrontar situaciones que antes eran exclusivas de los hombres, incluso socializar y hablar del oficio.
—Sopa de ladrones es una síntesis de lo que creo y lo que no creo. Propone una forma divertida y relajada de esperar el fin de la soltería. Como en el chocolate, en la suma de sabores, recuerdos, olores de barrio y personas que están en mí y me identifican, busco que mis historias tengan una denominación de origen, un sello postal.
—Sí, mi experiencia como facilitadora en una cárcel de varones en Quito. La idea era formar un grupo de titiriteros. Tuvimos algunos encuentros, escogimos el nombre: “Ex-preso”. Pero todo quedó en proyecto cuando la cárcel se quemó y ellos tuvieron que ser trasladados. Nunca olvidaré la emoción infantil que sentían al ver la obra.
—Los titiriteros fueron, entre otras cosas, “pasquineros”, llevaban y traían noticias. Para mí, conservar la mística pasa por proponer una situación sobre la que se debe discutir, o al menos no olvidar. Las sensaciones que día a día me deja este oficio las puedo sintetizar así: amasando papel, mezclando madera con pintura para crear Adanes sin costillas y Evas rompecorazones que jamás echaremos del paraíso. Somos tantos en el mundo, incontables, titiriteros, creadores, la comparación es sólo coincidencia. No existe una razón para serlo. Hay motivos de alegría, de vínculo con lo eterno, con lo inmortal, para darnos el gusto de saborear el maravilloso invento de la libertad.
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