FúTBOL › LO FUE TANTO PARA INDEPENDIENTE COMO PARA RACING
Algo más que un clásico
Para los rojos, porque a la victoria le sumaron el goce que supone agrandar la crisis de su histórico rival; para los blanquicelestes, porque seguro se despiden de su técnico, Ubaldo Fillol, y porque sumaron la quinta derrota consecutiva.
Por Ariel Greco
“Que vuelva Merlo, la puta que lo parió...” En la semana, el grito surgió por parte de los hinchas de Racing, cuando el ahora técnico de Estudiantes pisó el Cilindro por primera vez tras el título del 2001. Ayer, el canto irónico surgió desde los simpatizantes de Independiente, que así se mofaron de su clásico rival tras el apretado 1-0 –gol de Jairo Castillo– con el que gozaron como nunca. Es que, a la gastada lógica por la victoria, se sumó la crisis en la que quedó sumergido Racing, que perdió su quinto partido consecutivo, tres de ellos clásicos, y dejó a Ubaldo Fillol al borde de la renuncia.
Los dos no tardaron en exhibir sus miedos. Estaba claro que la ambición por conseguir el triunfo era mucho menor al temor a una derrota y, sobre todo, a las hipotéticas consecuencias de esa posibilidad. Por eso, los dos entendieron que las chances de ganar se podían sustentar en una defensa firme y en poder aprovechar algún error del rival. Entonces, los dos apostaron a ese plan. Y si bien la primera premisa no se cumplió del todo, ya que los dos mostraron muchas flaquezas en la última línea, la escasa predisposición para atacar y las pocas ideas de los delanteros de los dos conjuntos llevaron a que, en la primera etapa, apenas hubiera dos situaciones de gol, una para cada equipo. En la primera, Lucchetti le tapó de milagro un cabezazo a Abraham tras un centro de Riggio y, en la respuesta, Barrado lo perdió de manera increíble tras un desborde de Lisandro López.
En ese contexto, Independiente siempre fue un poquito mejor, más allá de que le costó encontrar profundidad. Pero un trato de pelota más prolijo y una mayor predisposición a sumar gente en ataque se combinaron para que el conjunto de Bertoni impresionara algo más, aunque todo dentro de un panorama muy chato. Lo de Racing se limitaba a tirarle pelotazos a Lisandro López y que el delantero se las ingeniara para bajar el balón, aguantarla y zafar de la marca, girar y, luego, intentar inquietar a Navarro Montoya, siempre en soledad. Lógicamente, nunca pudo conseguirlo. De esa forma, el ataque de Racing quedó reducido a una expresión mínima.
Estaba claro que lo único que podía que modificar semejante bodrio era un gol. Y el que lo acertó fue Independiente, que encontró desacomodado al fondo de Racing en un lateral y no lo perdonó. Lorefice apareció por sorpresa en la derecha y se filtró entre Pinola y Gómez para meter el centro atrás hacia Castillo. El colombiano, que estaba lesionado, tocó de derecha al segundo palo y marcó el gol, que destrabó el juego. A partir de la ventaja, Independiente se encargó de justificarla porque algunos de sus jugadores se soltaron, Insúa empezó a tener algo más de protagonismo y los espacios que dejaba el fondo de Racing le sirvieron para encontrar las situaciones de gol que hasta ahí no había podido generar. Por el contrario, Racing casi que se entregó. Ni desde adentro ni desde afuera hubo respuestas para revertir la situación. Nadie apareció para aportar juego y ni siquiera surgió un líder anímico para tratar de cambiar el panorama desde la actitud. Por eso, Racing perdió más que un clásico.