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Lunes, 27 de septiembre de 2004

AUTOMOVILISMO Y MOTORES

Desde el alma

Patricio Di Palma ganó la carrera de TC en el Autódromo a cuatro días de cumplirse un nuevo aniversario del fallecimiento de su padre Luis Rubén. Todos los hijos del recordado piloto celebraron en el podio. La competencia era de Rafael Verna, que se quedó en el final. Martínez, nuevo líder del torneo.

Por Pablo Vignone

Había transcurrido una semana muy ardua para Patricio Di Palma.
El arranque lo encontró más ensimismado que de costumbre en su banco de trabajo. Unos días antes se había roto en 9 de Julio el motor de carrera y el arrecifeño recibió un block nuevo. “Desde el sábado hasta el miércoles trabajé todo el día para armar el motor, de 9 de la mañana a 10 de la noche. El miércoles a las 4 de la tarde lo terminé y les dije a los muchachos: ‘Me parece que ahora puedo dormir’.”
El jueves cargaron el auto en el trailer y desandaron los 178 kilómetros que separan Arrecifes del Autódromo Oscar Gálvez, un asfalto al que siempre le cayó simpático el Torino que Luis Di Palma dejara inconcluso el último día de septiembre del 2000.
Tras dos días de pruebas, Patricio alcanzó a clasificar su auto en el séptimo lugar. Pero no se retiró a descansar ni a preparar un plan de carrera sino que desandó en sentido inverso los 178 kilómetros. “Apenas terminó la clasificación me subí al auto y partí: Dino cumplía 8 años y yo había prometido estar con él.”
Dino es el hijo mayor de Patricio, y lo recordará muy cabalmente a la hora de hablar de la gloria, cuando le pregunten si esta victoria de ayer es mejor que la de mayo del 2003, en el mismo escenario, con la misma emoción. “No sé, porque las victorias son como los hijos –respondió casi sabiamente–. No se puede elegir una u otra de la misma manera en que no se puede preferir un hijo a otro. A mí me emocionan todas.” A las 22 se despidió de Dino, uno de los herederos de una familia tuerca al que, curiosamente, “le gusta más el fútbol: es hincha de Boca y fana del Pato Abbondanzieri”.
–Papi, mañana traeme el regalo.
–¿Qué querés?
–Traeme una pelota y la copa que le dan al que gana la carrera.
–La pelota te la traigo seguro...
Había transcurrido una carrera muy ardua para Patricio Di Palma.
Consumida con presteza la primera serie, el noble Toro clasificado en el tercer lugar, al arrecifeño le cabía partir detrás de Martínez, su hermano Marcos y Traverso en la fila del lado de afuera de la pista. Y los golpes de escena lo emplazaron, de pronto, en la lucha por la carrera.
La debacle de Traverso (candidatazo hasta que tuvieron que cambiar el motor antes de largar la final) y el toque que retrasó a Silva y a Marcos Di Palma (una maniobra escalofriante a más de 220 km/h, de la que sacó enorme partido Norberto Fontana, por la que el chaqueño fue a parar al 25º puesto y Marcos, penalizado) dejaron al Torino, que ya se había comido como una oblea al Ford de Omar Martínez, en el segundo lugar.
Unos kilómetros antes de la mitad de la carrera, Patricio se animó a pelearle la punta al líder, el urgente Rafael Verna. Se la ganó. La alegría le duró una vuelta, la once de 24. El Ford de Verna aceleraba más que cualquiera, y cuando Fontana quiso tantearlo, también lo comprobó. La lucha se centró entonces entre los dos arrecifeños.
“Norberto me traía cagando... No me dejaba respirar, en el Curvón Salotto yo no sabía qué hacer para aguantarlo. Y en la horquilla yo doblaba muy mal, tanto que me tocaba desde atrás de tan lento que yo doblaba. Tres veces me tocó, y me parece que le agarró la culpa, porque faltando unas vueltas frenó en la Horquilla para no tocarme e hizo un trompo. A Verna ya era imposible pasarlo.” Abandonaba el campeón Bessone, Silva avanzaba casi 20 puestos en el marcador.
De tan arduas, la semana y la carrera se cruzaron. Hicieron chispas, bah. Faltaban dos vueltas y la victoria de Verna –la que lo mandaba a la punta del campeonato, la que tanto precisaba para aspirar al título– se desintegró repentinamente.
–El auto pasó fallando por Ascari –dijeron testigos presenciales. –Se debe haber quedado sin nafta –asegura Patricio, que venía pocos segundos detrás–. Verna hacía los movimientos clásicos de un coche que se está quedando sin combustible.
Verna no quiso hablar. Razones tenía, indudablemente. Patricio, en cambio, casi que no podía parar. Ni de hablar ni de atragantarse con las lágrimas.
“De pronto me puse a llorar. Para mí, era mi viejo el que me había tocado con la varita. Tanto se me saltaban las lágrimas que casi me voy afuera en la última vuelta. El Gurí ya estaba lejos, bajé la marcha, me puse a agradecerle en voz alta a mi papá: ‘Gracias, viejo, gracias’. El siempre me decía: ‘No te rindas; cuando venís cansado, pensá que el de adelante viene tan cansado como vos’.”
El podio sufrió, de pronto, una invasión Di Palma. A Patricio se le unió Marcos, también su hermano José Luis, su hermana Andrea, su sobrino Josito (que tiene 16 años y que el año que viene heredará este Torino). “Yo no me siento el mejor de los Di Palma. Todos tenemos nuestro estilo, somos distintos, pero no hay que olvidarse de que éstas son carreras de autos. Y lo que pasa es que, por ahora, el mejor auto de los tres lo tengo yo.”
El jueves se cumplen cuatro años de la desaparición de Luis Rubén Di Palma, el Gardel del TC. Tan justa llegó la victoria de uno de sus hijos. “El viejo me enseñó a laburar, a no bajar los brazos, a respetar a la gente, a no maltratar los autos. Pero, al lado suyo, en el automovilismo yo no hice nada.”

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