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Lunes, 30 de mayo de 2005

FúTBOL

La Plata, un club que no hace la felicidad

Por Gustavo Veiga

Parece mentira. Aquello que debería ser motivo de alborozo, como la fundación de un club, siempre olió demasiado mal. Porque no nació bajo principios sociales y recreativos semejantes a los que reivindicaban muchos pioneros de instituciones centenarias. Tampoco sugiere, en el corto plazo, una inversión de riesgo al estilo de un gerenciamiento. La Plata Fútbol Club es otra cosa. Es la invención absurda de un funcionario político que ha desatado en su ciudad, por razones concurrentes, una simbólica guerra del fútbol. Y que no se sabe cuándo comenzó, ni cuándo terminará.
El próximo 4 de agosto, Estudiantes cumplirá su centenario, pero el intendente Julio Alak y los hombres que le responden no serán invitados. Ese aniversario podría opacarse si el 1º de septiembre, como se anuncia, entra en vigencia en la provincia de Buenos Aires la prohibición de utilizar estadios de madera en Primera División. Y el de las calles 1 y 57 lo es. La resolución que adoptó el Coprosede –el organismo de seguridad que conduce Mario Gallina– sería funcional a la posición del gobierno municipal.
En la ciudad o en sus localidades vecinas, como Ensenada y Berisso, a menudo se habla del clásico platense, de la rivalidad entre Cambaceres y San Carlos, y también de cómo se le niega el permiso para remodelar su cancha a Estudiantes, mientras que al La Plata FC lo autorizaron en un par de semanas a construir la suya en una cantera abandonada. Además, el conflicto involucra a otro escenario: el estadio único de La Plata que los dos grandes de la ciudad se niegan a compartir. Y que Alak se lanzó a utilizar con la misma prisa que olvidó el que había levantado en 25 y 514. “Con fondos públicos”, según suponen sus opositores en el Concejo Deliberante platense y vecinos que vieron vehículos de la Municipalidad con un cartel que decía “Afectados al operativo de bacheo”.
La última escaramuza entre el intendente y sus detractores pasó durante el acto del 25 de Mayo. Cuando se desarrollaba el desfile, frente al palco oficial, un joven colocó una bandera de Estudiantes sobre las ramas de un árbol y gritó consignas alusivas a la cancha propia. Celosos guardianes, que se comunicaban por handy, lo obligaron a bajar y hasta lo habrían agredido, consignó el diario El Día.
Ese episodio es apenas una de las tantas hostilidades que dividen a La Plata. Como las amenazas que dicen haber recibido y denunciaron Alak y Julio Alegre, el presidente de Estudiantes; las movilizaciones que los hinchas hicieron hacia la comuna y que terminaron con algunos destrozos o las conjeturas que hacen los dirigentes en privado: una señala que empleados municipales afines al intendente peronista participaron en serios incidentes como el que se produjo en el partido Banfield-Estudiantes para perjudicar al club.
Como fuere, La Plata FC continúa sacando provecho de estos desencuentros. Cuando no tenía cancha y pese a que el reglamento de la Liga Amateur Platense le impedía jugar en esa condición, lo hizo igual. En cambio, a otro club, Alumni, no lo dejaron participar porque carecía del título de propiedad del terreno que utilizaba hacía más de diez años. Y a Everton, uno de los equipos con más historia en la liga, lo sacaron de un estadio y después le sugirieron que se procurara otro porque, si no, sería expulsado.
En una investigación muy detallada de la revista La Pulseada, publicada en octubre del 2004, los periodistas Carlos Fanjul y Javier Sehade señalaron que, en el mismo predio en que La Plata FC construyó su cancha, el año pasado murieron dos chicos. “En el terreno de la cantera se han denunciado violaciones, robos y todos coinciden que es un lugar ideal para que los delincuentes se escondan de la policía. Al igual que con los clubes de la Liga, a la Cava el intendente llegó tarde. Con su nuevo proyecto, rellenó una parte del terreno, alambró y abrió la calle 514. Alak, finalmente, se ocupó del barrio y se acercó a los vecinos...” Las obras se concretaron con la misma velocidad supersónica con que el club pasó por el torneo Argentino B. Sin escalas, desde una competencia liguera y amateur, La Plata FC comenzó a recorrer el interior hasta llegar a la final contra Huracán de Comodoro Rivadavia. Al partido de ida en Chubut, el plantel viajó en avión. La tarde de la revancha en el estadio único lo acompañó una hinchada atípica, nutrida básicamente de empleados municipales y de jugadores, técnicos y directivos de clubes ligueros, invitados a que concurrieran con argumentos más que disuasivos. También estaban allí políticos cercanos al intendente: Carlos Martínez, un senador provincial, puntero del barrio Los Hornos y referente político de la banda denominada Los Horneros, que asesinó al reportero gráfico José Luis Cabezas; Miguel Morales, el presidente de La Plata FC y funcionario de Alak, y además, claro está, el doctor Daniel Costoya, presidente de la Liga local, a quien el Coprosede denunció por la contravención de organizar un partido en una cancha que estaba clausurada: Peñarol de Olmos.
El club cuyos colores fueron escogidos por el propio intendente –combina el azul de Gimnasia y el rojo de Estudiantes– finalmente jugará la temporada 2005-2006 en el torneo Argentino A, la categoría desde donde llegó, por ejemplo, Huracán de Tres Arroyos a Primera División. Su participación en el Argentino B que acaba de ganar, en buena medida, fue posible gracias a dos razones: favores económicos que Alak les dispensó a los demás clubes de la Liga Amateur platense a cambio de un silencioso respaldo (la cesión del 50 por ciento del derecho de espectáculo que la comuna recibe de los partidos en las canchas de Estudiantes y Gimnasia) y una invitación para jugar que le extendió la AFA. Decir que entró por la ventana es demasiado dadivoso.
La Plata FC había sido concebido a principios del 2004. Se trata de un experimento futbolístico que sólo se obtiene en el laboratorio de la política. Su final, antes que su futuro, puede sospecharse.

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