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Un murmullo nervioso recorría el Cilindro de Avellaneda, allá por los 10 minutos del segundo tiempo. Racing ganaba 1-0, Lanús jugaba con uno menos por la expulsión de Iribarren y, sin embargo, nadie daba nada por la victoria final. Estaba fresco en la multitud el recuerdo de aquel partido que Almagro le había empatado en la última jugada. Y cada pelotazo granate que caía en el área racinguista, sembraba inquietudes, por más que Diego Crosa despejaba de cabeza una y otra vez, y Vitali y Pinola alejaban el peligro apelando a rechazos desprejuiciados.
Sólo a cuatro minutos del cierre pudo calmarse la ansiedad. Y Racing se reposicionó como el único capaz de hacerle sombra a Vélez en su marcha rumbo al título del Clausura. El 2-0 que consiguió sobre Lanús lo dejó a tres puntos, habiendo seis en juego. Y no parece imposible la proeza. El festejo de los hinchas, fervoroso pero cauto, dio la pauta de cómo se vivirán estos 180 minutos de fútbol que faltan. Con fe, pero sabiendo que llegar a dar la vuelta olímpica depende tanto de los éxitos propios como de los traspiés ajenos.
Lanús resultó un buen banco de pruebas para medir el tamaño de la ilusión racinguista. El equipo que Gorosito maneja desde los palcos –porque está suspendido para dirigir desde el banco– metió la pierna con dureza, a veces exagerada, corrió por todos lados, y recién se dio por vencido luego del segundo gol de Racing. Antes fue un rival molesto, al que sólo ciertas inseguridades académicas mantuvieron vivo.
Un hecho aislado, la lesión de Grabinski sobre el final de la primera etapa, sacudió un partido que venía enrevesado. Rivarola se jugó entero. Y en lugar de meterlo a Ubeda, lo que hubiera sido un cambio correcto pero rutinario, se dio un baño de audacia y colocó al chiquitito Maximiliano Moralez. Canjear un volante ofensivo por un defensor le aportó a Racing el fútbol que, con más buenas intenciones que realidades, había intentado poner en escena hasta allí.
Fue determinante el gurrumín. Le cambió la cara a Racing. Habilitó a Lisandro López en la jugada previa al primer gol que marcó Guerrero, encaró con atrevimiento y astucia hasta hacerse imparable o casi, sacó dos derechazos que rasparon el poste derecho de Bossio, lo dejó mano a mano a Lisandro López en otra jugada que el delantero desperdició, y envió el centro que se le escapó a Bossio de las manos y que Cardetti mandó a la red. Moralez mide 1,60 metro, no más. Su estatura futbolística resultó mucho mayor.
Pero Racing fue más que una variante oportuna. El equipo quiso jugar siempre. No perdió la cabeza ni aun en los peores momentos del primer tiempo, cuando Lanús lo incomodaba con su presión desprolija en toda la cancha. Tuvo paciencia para tocar y buscar sin que lo desborde la ansiedad. Y cuando entró Moralez, se reacomodó en la cancha sin resignar orden y solidez. Rivarola armó una línea de tres en el fondo y en el medio, Simeone pasó a jugar delante de la defensa, y Moralez fue el enganche que Racing no tiene desde que Matute Morales quedó fuera del campeonato. No son atributos extraordinarios. Pero, en un torneo tan parejo e imprevisible como este Clausura, bastan y sobran. Si no para salir campeón, al menos para darle sostén a una esperanza que promete batalla hasta el final.

Racing 2
Lucchetti; Vitali; Grabinski; Crosa; Pinola; Barrado; Falcón; Simeone; S. Romero; L. López; Guerrero.
DT: Rivarola.

Lanús 0
Bossio; M. Romero; Gioda; Alesandria; Graieb; Iribarren; Fritzler; Román Díaz; De Bruno; Graf, Fabián.
DT: Gorosito.

Estadio: Racing. Arbitro: J.P. Pompei.

Goles: 47m, Guerrero (R); 86m Cardetti (R).

Cambios: 45m, Moralez (8) por Grabinski (R); 65m, Mirosevic por Romero (R); 69m, Obolo por Fabbiani (L), Aguirre por De Bruno (L) y Biglieri por R.Díaz (L); 74m, Cardetti por Guerrero (R).

Incidencias: 50m, expulsado Iribarren (L).