Lunes, 22 de agosto de 2016 | Hoy
LA HISTóRICA MEDALLA DE ORO DE LOS LEONES Y LA VELA VAN DE LA MANO CON EL DINERO QUE EL ENARD DESTINA A SU DESARROLLO
Las cuatro medallas conseguidas en Río reflejan la importancia de que desde el Estado se apuntalen las trayectorias de atletas y equipos que muestran un potencial a futuro. En 2004, la Argentina consiguió poner fin a una sequía de preseas doradas que la perseguía desde 1952 y sosteniendo esa política, en 2016 acaba de conquistar tres oros, como sucedió en 1948.
Por Gustavo Veiga
La herencia recibida está a la vista. Hay rubros donde seguro deba cuestionársela o polemizarse sobre ella. Pero existe uno en que no: el deporte olímpico. Una olimpíada –se sabe– es el ciclo de cuatro años que antecede a los Juegos. Ejemplo: de Londres 2012 a Río de Janeiro 2016. Si debieran explicarse las cuatro medallas conseguidas por los deportistas argentinos –tres de oro y una plata que son la mejor cosecha desde 1948–, primero habría que hablar de las destrezas y esfuerzos de ellos mismos. Para subirse a un podio o ganar un diploma se tienen que superar adversidades, mejorar marcas, entrenar sin pausa, sacar horas a otras actividades, en suma, trabajar por un objetivo que parece más lejano cuando el atleta proviene de una disciplina amateur. No son lo mismo el fútbol, el tenis o el básquetbol que el judo, el hockey o el atletismo en nuestro país. La explicación de esos logros se completa cuando hay un Estado presente, que apoya con becas en dinero, construye infraestructura deportiva, escucha y resuelve necesidades básicas insatisfechas. En el balance de los Juegos que acaban de terminar debe constar que la herencia recibida fue muy buena en general, y no un producto del mercado y sus sponsors privados. Tampoco de la gestión actual de Carlos Mac Allister, quien al menos coincide en algo con el secretario que más tiempo lo antecedió en el cargo, Claudio Morresi. Elogió los beneficios que arrojó el Enard creado por ley a fines de 2009, el organismo del que sale la mayoría de los fondos para sostener al deporte de alto rendimiento.
En 2003, cuando asumió Néstor Kirchner el gobierno, el presupuesto de la Secretaría de Deporte era de 26.500.000 pesos. El área estaba unida a la de Turismo y a cargo del sciolista Germán Pérez. Duró poco. El ex presidente lo reemplazó por Roberto Perfumo. La gestión del recordado Mariscal no superó demasiado en tiempo a la de su antecesor. Casi llega al año. En julio de 2004 comenzó su trayectoria como secretario Claudio Morresi. El ex futbolista se transformó en el funcionario que duraría más tiempo en ese cargo durante los 33 años de democracia ininterrumpida. Cubrió prácticamente dos ciclos olímpicos y medio.
Cristina Kirchner lo desplazó de la Secretaría cuando estaba a punto de cumplir diez años. Pasó a conducir un ente autónomo, pero de escaso presupuesto, como el Observatorio Nacional del Deporte y la Actividad Física (Ondaf), hoy desmantelado. Su puesto lo ocupó Carlos “Camau” Espínola, el medallista argentino record con cuatro preseas olímpicas. La designación no obedeció tanto a su prestigiosa trayectoria deportiva. Fue para tener la exposición pública necesaria que le permitiría acceder a una banca en el Senado por la provincia de Corrientes. Una jugada que le impidió a Morresi completar tres olimpíadas consecutivas en el cargo, como ejecutor de la gestión más exitosa. Lo acabamos de verificar en los Juegos de Río. Desde los Juegos de Londres en 1948 que no se obtenían tres medallas doradas.
Los datos de inversión presupuestaria en el deporte están en las estadísticas. Por dos vías, el Estado nacional aportó al alto rendimiento, sin excluir al deporte social ni a la infraestructura, donde quedaron algunas metas incompletas. Esas dos herramientas fueron la propia Secretaría y el Enard. En el período de cinco años que abarca 2010-2014 la primera aportó 201.991.000 pesos, 132.571.000, 174.433.000, 212.765.000 y 270.465.000, respectivamente. El Enard entregó al año siguiente de su creación 57.773.000 pesos e incrementó año tras año sus contribuciones: 146.315.000, 189.267.000, 246.972.000 y 321.668.000 en 2014. Incluso en 2015 el aporte ascendió a 425.860.000 pesos.
Del año pasado no se conocen las cifras que dio la Secretaría de Deporte. Según Mac Allister, el Enard dispone en 2016 de unos 600 millones para respaldar a los atletas de alto rendimiento. Lo dijo en una entrevista que le hizo el periodista Juan Miceli para la página web de La Nación. A diferencia del actual secretario, cuando asumió el kirchnerismo había solamente 315 deportistas de selecciones nacionales que recibían becas. En los años siguientes, la cantidad superó los 1500 beneficiarios.
Si los aportes dinerarios transformados en becas llegaron a centenares de deportistas, también es cierto que el Cenard (el Centro Nacional de Alto Rendimiento Deportivo) tuvo un desarrollo notable. Perfumo decía en febrero de 2004: “El Cenard está destrozado y culpa mía no es”. Con los años, se inauguraron dos pistas sintéticas de atletismo, se refaccionó el natatorio y se instaló su equipo de cronometraje electrónico, se construyó una cancha de césped sintético para el hockey que homenajea a la jugadora desaparecida Adriana Acosta, se remodeló el gimnasio polideportivo, al que se dotó de un piso flotante, y también se amplió el hotel que puede alojar a más de 300 deportistas.
Hasta 2002 los atletas que pasaban por el Cenard en un año eran menos de 5000. Esa cifra se multiplicó hasta 60.000 durante los siguientes, incluidos los deportistas extranjeros que utilizaron las instalaciones. En la etapa anterior a semejante convocatoria, casi nadie quería entrenarse ahí porque estaban deterioradas muchas instalaciones. Esa tendencia se revirtió. Pero no sólo quedaron abiertas las puertas de un Cenard renovado. Las mejoras llegaron al interior, donde se construyeron pistas de atletismo donde antes no había. Santiago del Estero y Mendoza son dos ejemplos. También se emprendieron obras similares en Chaco y Santa Cruz.
,El mantenimiento en el tiempo de los Juegos Evita permitió la detección de talentos en una etapa temprana. Es el caso de Braian Toledo, el joven lanzador de jabalina de 22 años que se clasificó a las finales de su especialidad en los Juegos de Río. Un pibe de Marcos Paz que vivió en la pobreza más extrema, empezó a participar en los Evita en 2006 y, al igual que el garrochista Germán Chiaraviglio, se hizo camino al andar con respaldo del Estado. Sin ser la panacea en dos deportes básicos del olimpismo como la natación –se agregó a los Evita en 2011– y el atletismo, esta competencia nacional creada en 1948 es la plataforma de donde pueden surgir otros futuros deportistas como ellos.
En una publicación de la Secretaría que conducía Morresi en 2012, la taekwondista Vanina Sánchez Berón, medallista en Juegos Panamericanos y diploma olímpico en Beijing 2008, confesaba: “El único sponsor que tenemos hoy es el Estado”. En esa misma entrevista la acompañaban la jugadora de hockey Noel Barrionuevo, el remero Santiago Fernández, el ciclista Walter Pérez (oro olímpico) y la pesista Valeria Fontán, que dijeron palabras parecidas. Ese reconocimiento llega hasta hoy en las declaraciones de Gustavo Osorio, el entrenador de Toledo, o en el testimonio de Paula Pareto, la campeona olímpica de judo que reivindicó el apoyo de muchos años a su tarea. El propio Mac Allister reconoció que los deportes que más dinero recibieron del Enard son el hockey sobre césped y la vela. Los dos que completaron el terceto de oros para Argentina: la selección de varones que dirigió Carlos “Chapa Retegui” y la pareja Santiago Lange-Cecilia Carranza Saroli en la especialidad Nacra 17 mixto.
También se puso en funcionamiento el Consejo Nacional del Deporte que consolidó el Plan Nacional que cubrió el período 2004-2012. Los resultados alentadores que se consiguieron en los Juegos Olímpicos y Paralímpicos de Londres ya anticipaban la auspiciosa participación de este año en Brasil. Si se mantiene la política de respaldo al deporte desde el Enard –que se financia con un impuesto que pagan los usuarios de telefonía celular– los resultados siempre serán mejorables.
Argentina rompió una sequía de 52 años sin medallas de oro entre 1952 y 2004. La última se había obtenido en Helsinki gracias a los remeros Eduardo Guerrero y Tranquilo Capozzo. Pero en Atenas, el fútbol y la Generación Dorada del básquetbol hicieron doblete. Esa marca se repitió en Beijing con el ciclismo y el fútbol por segunda vez consecutiva, bajó a un oro en Londres 2012 con el taekwondo y ahora fue superada en Río con tres medallas doradas. La herencia recibida del deporte olímpico, ese escenario en el que se depositan las esperanzas y se convalidan las trayectorias previas de los deportistas cada cuatro años, goza de buena salud. Hubo una política que lo apuntaló desde el Estado.
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