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Mi amigo Guillermo Blanco, a quien le dicen Cabezón, entre otras cosas, porque piensa mucho y porque está completamente de la nuca, me hizo un insólito presente de cumpleaños: una teoría anátomo–futbolera. “Pensé en regalarte un disco de Peteco Carabajal o un libro de Isidoro Blaisten, pero como la situación está medio jodida opté por darte este pensamiento profundo, que en una de esas te sirve para escribir alguna pavada”, me dijo, y no tuve otro remedio que responderle que bueno, que gracias, que no se hubiera molestado, sin saber todavía de qué diablos me estaba hablando.
–¿Como qué es un equipo de fútbol? –me preguntó con su mejor cara de maestro ciruela, a modo de introducción.
–No sé, no estudié –atiné a decir con sinceridad.
–Pensá un poco, mové la neurona –me chicaneó.
–No sé, es como un ejército –arriesgué, sin mucha convicción.
–Un ejército?. A ver...
–Hay tipos que patrullan, se tiran bombazos, están los que se atrincheran para resistir, se tiran balazos, tratan de herir al adversario.
–Noooooonoooooooo –me dijo y solo faltó que me pidiera que se sentara y que anunciara que me había puesto un cero por sanatear.
–Bueno, entonces no sé –concedí.
–Un equipo de fútbol –empezó diciendo en tono doctoral– es... –hizo una pausa imprescindible para generar expectativa– es... como el cuerpo humano.
–A ver...
–La cabeza es el arquero, poco movimiento, siempre en su zona bien puesta, ¿me seguís?
–Bueno, no es muy difícil.
–No sé si para vos no es difícil –me castigó y siguió–: los hombros son los marcadores centrales, los que sostienen al arquero... los brazos son los laterales: brazo izquierdo igual a lateral izquierdo y brazo derecho igual a lateral derecho.
–Ajá..
–El icono de ese puesto es un petisito que jugaba en Chacarita y en Estudiantes de La Plata: Franco Brazoldatti.
–No seas chanta, se llamaba Frasoldatti.
–Bueno, parecido, pero no me interrumpas que así sigo con el equipo.
Hasta ahora tenemos arquero, marcadores centrales y laterales. El cinco, el motor del equipo, el que lo hace funcionar, es el corazón. Y ya tenemos armada toda la estructura defensiva. Ahora pasemos al ataque.
–Hmmmm...
–Adiviná quien es el enganche?
–Oh no...
–Exactamente, lo que dijiste.
–No dije nada.
–Pero lo pensaste y es casi lo mismo: el enganche es el pene. Es fundamental que el enganche se confunda con los delanteros que, desde ya te anticipo, son las piernas.
–Van nueve –lo pinché, sin calcular su respuesta irónica.
–Faltan los carrileros.
–Oh no...
–Exactamente, tal como lo estás pensando: carrilero derecho y carrilero izquierdo, bien pegaditos al enganche. Y aquí tenemos al equipo completo: cabeza/arquero, hombros/marcadores centrales, brazos/laterales, corazón/volante de contención, pene/enganche, testículos/carrileros y piernas/delanteros.
–... –Pero para que no se trate de un equipo cualquiera, hay que hacer algunas consideraciones. El enganche, como te dije, tiene que confundirse con los delanteros, cuanto más se confunda mejor; la dupla de delanteros y el enganche tienen que conformar un trípode en el que se asienten las posibilidades ofensivas para lograr una mayor penetración. El Pitón Ardiles y el colombiano Jairo Castillo lo hacían fenómeno.
–Te falta director técnico –le dije buscando frenar su delirio.
–El DT emana, fluye del cuerpo, no es parte de él, no es jugador, pero sale del cuerpo. El DT puede ser ruidoso o calladito, pero siempre deja constancia de su paso.
–Puajjj...
–No te hagás el delicadito. Bueno, me tengo que ir a jugar un partido de fútbol, ¿querés venir? Me falta un jugador.
–A vos te faltan como cuatro jugadores y tenés dos con tarjeta amarilla –le dije aprovechando que me la había dejado picando.
–Vení, vení, vos andarías bien como carrillero, siempre fuiste un buen carrilero, un carrilerón –se vengó, y sin decir nada más se fue. Desde lejos me gritó–: Que termines bien el día.