UN EMPATE SIN ATRACTIVOS EN ROSARIO
Central y Newell’s, un cero tan grande como el clásico
El miedo a no perder ante el máximo rival maniató en exceso a los dos equipos, drenados de talento. A mitad de camino entre la inteligencia y el esfuerzo, salió un partido olvidable.
Por Alejo Diz
Desde Rosario
Como si se tratara de un capricho histórico, Central y Newell’s entregaron ayer el 64º empate del clásico de Rosario. Otra igualdad que sólo abrigará la estadística y que se disolverá con rapidez en la memoria de los más de 30 mil asistentes que se llegaron, inocentemente, al Gigante de Arroyito. El miedo por perder cubrió el escaso talento que había desparramado sobre el césped. Las urgencias y calamidades de ambas instituciones obligaron a César Luis Menotti y Julio Zamora a hacer debutar en un clásico a nueve juveniles. Un exceso que responde con lógica a sus respectivos presentes de irrelevancias deportivas.
Desde hace tiempo, los equipos de Rosario tienen una particularidad en común: a fechas de iniciarse los torneos, hipotecan cualquier ilusión de transcendencia grande. Y esto multiplica las expectativas cuando los cruza el fixture. El clásico es el objetivo de seis meses; no perderlo es la única obsesión.
Entonces los dos equipos arrojan propuestas avaras, temerosos en su juego y terminan gobernados por sus propias inseguridades. Y nadie se hace cargo del fiasco deportivo –la clasificación obedece sólo al generoso despliegue físico– que entregaron en el Gigante de Arroyito.
Newell’s impuso esfuerzo y se mostró rehén del ánimo de Maximiliano Rodríguez, el pibe campeón mundial Sub-20 que acaba de ser transferido al Espanyol de Barcelona. Después, la suerte corrió por algún centro. Y por Central hubo convicción para ejercer los axiomas que pregona el Flaco. Aunque Menotti aún no visualiza que su filosofía de juego, requiere de una base mínima de talento que hoy el plantel no está en condiciones de ostentar.
Los rojinegros dominaron al rival, pero jamás supieron encontrar complicidad con la pelota bajo sus pies. Y sobre este contexto ganó relevancia el juego friccionado que caracteriza a Cristian Domizi, que terminó siendo la figura del encuentro.
Central, que perdía siempre en el juego aéreo, hizo tambalear la última línea rojinegra cuando pudo fabricar algo de fútbol zurcido con pelota bajo la suela. Pero no tuvo lucidez para definir y fue tan débil como tímido.
La más clara la tuvo Javier Cappelletti con un cabezazo solitario que se perdió apenas por el segundo palo del uno visitante. Fue en los últimos cinco minutos donde el local intentó resolver el encuentro con la determinación que había ocultado en los 85 anteriores. Pero no había motivos para encontrar un ganador. Y menos para dar cuenta de un gesto de ingenio colectivo.
En Rosario no hay talento –de esto, algo se sospechaba–, hubo mucho miedo y el resultado sólo será recordado por la paciencia estadística. La misma que en la tabla del Clausura desnuda con números el presente de ambos y que explica lo que se vio ayer en Arroyito.