UN MATRIMONIO DE CONVENIENCIA QUE ENTRO EN CRISIS
Pelotazos contra la tele
El negocio que el fútbol significó durante los ‘90 para la televisión –y a la inversa: la tele para la AFA–, dejó de serlo. Los negocios vía monopolio y cobro adelantado, con Carlos Avila y asociados, ya no cierran.
Por Gustavo Veiga
El matrimonio ya no es lo que era. El fútbol abandonó su apostura de producto seductor y aconsejable, perdió sus atributos ganados por infamias (los arbitrajes del Mundial, por ejemplo) y encogió como el país. Con la televisión ocurrió otro tanto. En los años ‘90 había cortejado al juego con su irresistible propuesta, lo llevó por doquier a la pantalla y hoy se da cuenta de que no puede seguir alimentando el mismo amor. En la Argentina, la continuidad de una relación semejante está en su punto más bajo desde que el astuto Carlos Avila y sus sucesivos socios o patrocinadores se apoderaron del negocio a plazo fijo hasta el 2014. Lo saben Julio Grondona y el menos avispado de los dirigentes y, por eso, casi ni mosquearon cuando recibieron de la empresa Televisión Satelital Codificada (TSC) una oferta del 10 por ciento de aumento que corre hasta enero próximo. Lanzado a buscar una evidencia de la crisis, un alto directivo de la AFA esgrimió la caída en la pauta publicitaria de la TV. “En todo el 2001 se recaudaron 400 millones y, para este año, la estimación ronda los 30 millones.” En ese marco, y con una parte considerable de los ingresos televisivos comprometidos por tres años -ante el fideicomiso acordado con Agremiados–, al fútbol se le estrecha el camino. Con clubes endeudados y al borde de la bancarrota, con planteles que no cobran desde hace meses y una AFA que agotó su condición de prestamista, veremos por televisión un producto devaluado que, encima, padecerá los efectos de la eliminación en el Mundial (ver aparte).
El martes 18 de junio, el Comité Ejecutivo de la AFA aprobó por unanimidad y casi sin titubeos la suba de un 10 por ciento sobre los contratos del fútbol local, además de su previsible pesificación al cambio de un dólar/un peso. El incremento, un ligero maquillaje en medio de la devaluación, implica un 7,5 por ciento más a partir del 1º de junio y otro 2,5 desde hoy. “Cobramos por adelantado, no pagamos nuestros compromisos de la misma manera y, aparte, el dinero ingresa a la AFA todos los meses. Estamos sacando ventaja...”, dijo uno de los principales asesores de Grondona, quien esta semana arribará al país proveniente de Japón. No debe haber pensado igual Jorge Bosco, el secretario de Asuntos del Interior de la AFA, porque durante el encuentro de aquel martes preguntó si era posible rescindir el contrato con TSC.
El presidente de un club de Primera División, que también es abogado, fue más allá de la inquietud que tuvo el marplatense Bosco. “Creo que la estrategia es ganar tiempo y por eso se firmó este convenio provisorio hasta enero, de apenas siete meses. Algunos dirigentes hablaron de rescindir el contrato, pero significaría el inicio de un juicio y que la empresa deje de pagar. O sea, la total ruina para los clubes.” Este acuerdo, en números, eleva un tanto los 64 millones de dólares que la AFA cobraba hasta el 2001 y que, a mediados del año pasado, ascendían a 74 millones cuando se aprobó la televisación de un quinto partido. Claro que los 10 millones de diferencia nunca pasaron por la tesorería de los clubes. Los documentos que avalan ese pago quedaron en garantía ante el Banco Credicoop por el fideicomiso que permitió acabar con la última huelga de Agremiados. Y, por tres años, los dirigentes no verán un peso hasta que cobre el último centavo cada uno de los jugadores que reclamaban deudas anteriores a mayo del 2001.
Si el vínculo que mantienen la AFA y TSC avanza hasta el 2014, tampoco es escasa la duración del contrato firmado entre la asociación y la alianza que componen Torneos y Competencias con la cadena estadounidense Fox. Se trata del acuerdo para televisar los partidos de la Selección Nacional en las eliminatorias hasta 2010 y, además, los amistosos a jugar en el futuro por el equipo que, se cree, conducirá José Pekerman. Ese convenio, cuya vigencia arrancó el 28 de diciembre de 1998, le permitió a TyC adquirir los derechos en 15 millones de dólares, y después éstos pasaron de mano en mano a ignotas empresas como Dayco SA y Enequis SA para evitar las trabas en su comercialización que le planteaban diferentesproyectos de ley aprobados en el Congreso. La obligación de transmitir al Seleccionado por TV abierta y el derrumbe del país fueron un cóctel explosivo para Avila y sus ocasionales socios.
En la AFA se quejan hoy de que aún restan ingresar a su tesorería unos 2.400.000 pesos generados por el equipo que entonces conducía Marcelo Bielsa. Se trata del dinero televisivo ganado en compromisos deportivos que, en el aspecto comercial, resultaron un fiasco. Un ejemplo es el amistoso previo al Mundial que la Argentina le ganó a Alemania 1 a 0 como visitante. No parece definido si el monto que fija este contrato se mantendrá en dólares o será también pesificado, en tanto se mantenga el vínculo con TyC-Fox. La estrategia de los dirigentes para conseguir una sustancial mejora pactada en dólares consiste en negociar afuera del país lo que no pueda obtenerse fronteras adentro.
“El contrato de la Selección se pagará siempre en dólares”, se apura a aclarar un hombre con poder decisión en la AFA. Es el mismo que confía en otra mejora sobre el 10 por ciento que ya se otorgó en el convenio del fútbol local, siempre y cuando aumente el abono del cable de las compañías Cablevisión y Multicanal. El anhelo trae aparejada una dificultad. Las empresas ya retocaron sus tarifas con la disparada de la devaluación y, si continúan en ese rumbo, lo que continuará bajando serán los clientes. Lejos quedaron de los 1100 millones de pesos por año que la TV por cable facturaba en 1993.
Como los dirigentes nunca verificaron los ingresos que obtenían sus socios en aquella época de pingües ganancias –así se los permitía el contrato con TyC y TSC–, cabe esperar que tampoco lo hagan ahora, cuando cobran en pesos cada vez más devaluados y piensan que aún no llegó lo peor. La posibilidad que temen –y ya comentan por lo bajo– es el default empresario y la consiguiente caída del contrato.