ERNESTO TAIBI, JUEZ DE LINEA RETIRADO
Memorias de un solferino
Se retiró hace unos meses a causa de una lesión, cuando, según explica, “no sólo había pasado el techo de la edad, estaba en la chimenea”. Atrás quedaron 25 años de posiciones adelantadas y anécdotas: alguna vez, después de un Boca-River polémico, le incendiaron el auto.
Por Adrián De Benedictis
De la misma manera en que un futbolista transita un momento particular en su vida luego de abandonar la actividad, un árbitro también es invadido por sensaciones especiales. En este caso, el ex juez de línea Ernesto Taibi, quien hace cuatro meses no recorre más los campos de juego acompañado por su banderín, exhibe su impresión sobre una tarea que ocupó un lugar transcendental en su carrera. Junto a Líbero, Taibi repasó muchas situaciones que ya quedaron marcadas en su intimidad y que serán difíciles de olvidar en el futuro.
“Realmente, todavía –relata Taibi– es como que uno no termina de caer. Fueron muchos años, desde el ’80 que empecé el curso, o sea que fueron 25 años que uno no los puede olvidar fácilmente.”
Estando cerca del alambrado, Taibi se llevó varios “recuerdos” de los hinchas; algunos ocuparán un lugar privilegiado en una vitrina: “Me guardé varios. Cuando suspendieron el ingreso de banderas, los hinchas entraban con los trapos chicos, pero igualmente llevaban los palos que sostenían esas banderas. Había canchas, como en La Plata o en Santa Fe, donde tenés el alambrado más cerca, y metían el palo por el medio del alambrado para molestarme. Tengo radios, zapatillas, celulares, piedras, sevillanas, pilas. Los tengo todos, algún día armaré un pequeño museo”.
–¿Y cuál fue el partido más complicado en el que le tocó participar?
–Por lo que sucedió durante el encuentro fue un Vélez-Boca en Liniers, con Castrilli, el día que Maradona discutió con él en el medio de la cancha. Se complicó bastante desde lo interno hacia lo externo.
–¿Hubo algún encuentro que le trajo consecuencias serias?
–Tuve un problema después de un Boca-River. Coincidencia o no, en ese partido tuve que hacer echar a (Alberto) Márcico, por una seña que él me hizo cruzando en diagonal la mano por el pecho. Y esa misma noche me incendiaron el auto en la puerta de mi casa. Las pericias determinaron que había sido algo intencional. Pero es algo que quedó ahí, y el seguro se encargó de hacer lo que correspondía.
–¿Sintió temor en una cancha?
–Y... lo de Paraguay, más que miedo, fue que en un momento me tocó la cabeza, luego del impacto, y ahí se me hunde el dedo. Sentí la sensación de desmayo. Me vendaron la cabeza y salí como “la Momia”. Me terminaron cociendo en el vestuario, en carne viva. Los árbitros paraguayos se portaron de maravilla. Otra vez, un partido en La Pampa, con (Carlos) Coradina, tuve problemas a raíz de un gol anulado a Ferro de Pico, que jugaba ante Lanús. Todo terminó con más de 20 policías heridos, y nosotros tomando un micro a 60 kilómetros de Pico. Parecía una película policial.
Además de las dificultades por los fallos arbitrales, Taibi también sufrió consecuencias familiares a partir de la actividad: “Me costó bastante todo esto. Uno, por el arbitraje, deja de estar en momentos fundamentales con la familia. Incluso pasé una Navidad con Sánchez y Elizondo, en un hotel en Chile o Perú, no me acuerdo bien, porque perdimos un avión y la combinación no dio para que llegáramos a la Argentina, y pasamos el 24 de diciembre a la noche allá. Después falté a cumpleaños de mis hijos, días del Niño, no estaba nunca. Por un lado me dio y por otro me quitó. Cuando empecé con esto ya estaba casado, la que era mi mujer sabía los pormenores de lo que era el arbitraje. Pero el alejamiento por bastante tiempo del hogar fue deteriorando una relación, que terminó posteriormente con una separación”.
El arbitraje no fue la única actividad de Taibi, que hace 11 años es socio gerente de un geriátrico en Villa Urquiza. Previamente trabajó en un banco y también en una inmobiliaria. Pero siempre dejaba todo de lado cuando el arbitraje lo requería.
–¿Nunca tuvo ganas de ser árbitro principal?
–La carrera arbitral en ese momento era mucho más difícil que ahora. Había que atravesar varias categorías, y yo terminé dirigiendo en la B. Lo que pasa es que en el ’93 la FIFA determinó que se era árbitro o se era línea. Entonces yo era línea internacional y tenía la posibilidad de ir al Mundial de Estados Unidos. Como tenía 39 años, la carrera arbitral a nivel local, y menos a nivel internacional, era casi imposible. La FIFA bajaba cada vez más las edades, y entonces me jugué a seguir como línea internacional.
–¿Cómo llegó la pasión por el arbitraje?
–Yo nunca fui un jugador frustrado, pero siempre quise estar ligado al fútbol y, jugando en un torneo interbancario, un compañero se había lastimado y me dijo si podía ayudarlo a dirigir un partido como línea. Nada más tenía que marcar si la pelota se iba afuera o no. Como me gustó y tenía la edad para hacer el curso, fui a la AFA y ahí arranqué.
En muchas ocasiones, varios árbitros reconocieron que felicitaron a un jugador luego de un gol o por alguna jugada de calidad. En ese marco, Taibi también remarca que sintió agrado por estas jugadas. “Uno deja de lado todas las vestiduras en cuanto a color de camiseta. Interiormente me puse contento por algún jugador que haya hecho un gol, después de haber soportado un problema difícil. Me acuerdo de este chico (Hugo) Morales, que atravesó un momento complicado, y sentí una satisfacción muy grande después de que hizo un gol. Pero es la alegría por alguien en especial, no por un equipo.”
La decisión de alejarse de la profesión también se vio influenciada por una lesión, de la que no pudo recuperarse en su totalidad. “Yo tuve el problema –aclara el protagonista– de la rodilla el año pasado, que terminó con una operación en diciembre. Pero creo que no fue básicamente el tema de la lesión lo que provocó el retiro. Eso fue la última gota. Uno ya estaba en el límite de la edad también y se juntaron las dos cosas. Lo que pasa es que la lesión no me permitió elaborar el duelo de saber que se terminaba en tal momento. Estuve bastante tiempo sin poder dirigir, y eso dolió más todavía.”
–Y si no aparecía ese problema físico, ¿hubiera seguido un tiempo más?
–Por ahí sí, pero había llegado al límite de edad. La AFA le puso un techo a la edad de los árbitros, y yo ya no estaba en el techo sino en la chimenea. Tengo que agradecer que, después de retirarme como árbitro internacional, pude seguir cinco años más, cosa que en muy pocos lugares del mundo debe estar permitido. Internacional es hasta los 45 años, y muchos países utilizan esa edad para dejar de arbitrar.
En todo ese tiempo que Taibi estuvo directamente vinculado al mundo del fútbol, muchas imágenes suelen presentarse de manera inmediata. Por ello, entre los mejores recuerdos que se llevó, el ex árbitro asistente destaca el Mundial ’94 como la cima de su profesión: “Fue el pico más alto de la carrera arbitral haber llegado al mundial. Haber estado en Estados Unidos con (Francisco) Lamolina fue lo mejor que pude obtener en la carrera. Después tuve un Mundial Sub-20 en Australia, una Copa América, partidos de Eliminatorias y también muchos a nivel local de gran importancia. Pero el techo fue el mundial, y por suerte llegué ahí. Además he conocido lugares que no hubiese conocido si no fuera por el arbitraje. Recorrí gran parte del mundo, estuve en Qatar, en México, en Australia”.
Más allá de las alegrías que le entregó la carrera, los malos recuerdos también quedarán en su memoria. “Seguramente un mal momento –explica– fue el vivido en Paraguay, donde me arrojaron un objeto que me abrió la cabeza. Perdí mucha sangre y me tuvieron que dar varios puntos de sutura. Pero eso fue sobre todo a nivel extradeportivo, porque fue un accidente fuera del arbitraje.”
Ahora, Taibi puede apaciguar la pérdida del banderín desde otro lugar: “Tuve la fortuna de que, por intermedio del presidente del Colegio de Arbitros (Jorge Romo), Julio Grondona (presidente de la AFA) me abrió la puerta para seguir dentro de esto, para continuar en la parte de la docencia. Por suerte sigo ligado al arbitraje. Lo que pasa es que se sufre más de lo que uno pensaba, porque ahora se está completamente del lado de afuera. Pero, bueno, uno sabía que tarde o temprano esto terminaba. Lo viví, lo disfruté, lo gocé, y me dio satisfacciones. Ahora queda la tristeza de decir adiós”, explica.