Doping center
Por Jordi Atxuval
El Himno español sonaba de nuevo en los Juegos Olímpicos de Salt Lake City el 23 de febrero. Johann Muehlegg, un esquiador de fondo alemán nacionalizado español, era ya uno de los triunfadores del evento y recibía de manos de Juan Antonio Samaranch su tercera medalla de oro. Sólo quince minutos después se convertiría en uno de los casos de doping más escandaloso de la historia.
Muehlegg dio positivo por darbepoyetina, un derivado de la eritropoyetina (EPO), en un control antidoping realizado dos días antes. En una controvertida decisión, el Comité Olímpico Internacional (COI) le retiró la última medalla conquistada, en 50 kilómetros estilo clásico, pero le mantuvo las otras dos, en 30 kilómetros estilo libre y en 10 + 10 persecución.
El “caso Muehlegg”, el mayor escándalo de los Juegos tras el del velocista Ben Johnson en Seúl ‘88, fue el primer gran golpe de mano del presidente del COI, Jacques Rogge, que llevaba poco más de medio año en el cargo. Cirujano de profesión, el belga utilizó la lucha contra el doping como la principal bandera de su gestión al frente del organismo olímpico.
Muehlegg cayó en una red tejida bajo el mayor de los sigilos. El análisis que detecta la darbepoyetina surgió poco antes de los Juegos de Salt Lake City. Además, la sustancia prohibida, comercializada bajo el nombre de “Aranesp”, no consta como tal en la lista del COI sino que entraba en el apartado de “eritropoyetina y sus derivados”.
De ser un héroe en España y un triunfador mundial, Muehlegg fue condenado al ostracismo. Sus peculiaridades personales, incluidos su individualismo extremo y su afición por las ciencias ocultas, fueron aireadas a los cuatro vientos por la prensa ibérica. Lo más gracioso fue que el esquiador dejó de ser “el español Juanito” para volver a convertirse en “el alemán Johann”.
El positivo del alemán no fue el único en Salt Lake City, donde los Juegos quedaron eclipsados por el doping. Los más renombrados fueron los de las rusas Larissa Lazutina y Olga Danilova, también positivo por darbepoyetina, y el británico Alan Baxter, al que se encontraron restos de anfetaminas. Pero el COI confesó meses después que más de 100 análisis habían dado positivo sólo con EPO, y en la casa que ocupó el equipo austríaco de esquí de fondo se encontró material para realizar transfusiones, aunque el caso nunca llegó a nada.
Tras los Juegos, el foco de atención estuvo en el Mundial de fútbol. La cita de Corea y Japón, donde por primera vez se podía detectar EPO, salió indemne del análisis, aunque médicos de la FIFA confesaron posteriormente que el método de seleccionar a cuatro jugadores por partido podía ser engañoso. Sin embargo, para alegría de Joseph Blatter y compañía, todos los futbolistas superaron los controles sin inconvenientes.
Quien no faltó a su cita con el escándalo fue el ciclismo. Edita, la esposa del tercer clasificado en el Tour de France, el lituano Raimondas Rumsas, pasó tres meses en la cárcel después de que la policía encontrara en su coche un arsenal de material prohibido. Su juicio aún está pendiente, pero el ciclista salió limpio y recibió la mayor distinción deportiva de su país. En el Giro d’Italia, el ganador del 2001, Gilberto Simoni, se retiró tras dar positivo por metabolitos de cocaína, aunque después fue absuelto. No así Stefano Garzelli, otro de los favoritos, que fue expulsado tras su positivo por probenecida. Pero la mayor convulsión para el deporte de las dos ruedas se produjo con el positivo del alemán Jan Ullrich, que reconoció haber consumido anfetaminas en una fiesta nocturna. El ganador del Tour de 1997 volverá a competir al comienzo de la temporada 2003.
Como en años anteriores, los positivos por doping continuaron extendiéndose, y en el 2002 alcanzaron otras disciplinas hasta ahora consideradas limpias. Por ejemplo, el piloto de Fórmula 3000, Thomas Enge, perdió su título mundial por haber tomado cannabis, y el deportista demotocross neocelandés Joshua Coppins fue suspendido por pseudo efedrina. En la Argentina, el piloto de TC 2000 Fabián Yannantuoni fue suspendido por un año, al darle positivo el control antidoping por consumo de una droga social, aunque el rosarino insistió hasta el final que se trataba de un tratamiento farmacológico. Entre otros sancionados ilustres resaltaron el arquero colombiano René Higuita (cocaína) y la nadadora costarricense Claudia Poll, oro en Atlanta ‘96, suspendida cuatro años por tomar norandrosterona.
El capítulo de la lucha contra el uso de sustancias prohibidas se centró en el desarrollo y la implantación del Código Mundial Antidoping desarrollado por la Agencia Mundial Antidoping (WADA). El objetivo de la agencia es que los gobiernos nacionales incorporen el Código a sus legislaciones, de forma que la lucha contra el doping sea única y homogénea. Pero la mitad de los gobiernos no habían pagado a la WADA su contribución 2002. Así, es muy difícil...