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Lunes, 15 de diciembre de 2003

FúTBOL › EL ANALISIS DE LO QUE PASO EN YOKOHAMA

Cuando el equipo está por encima de todo lo demás

Por Ariel Greco

Cuando en lo previo se especulaba con aquello que Boca tendría que hacer para poder superar al Milan, uno de los caminos más potables era el que finalmente planteó Carlos Bianchi y que llevaron a cabo sus jugadores. El conjunto argentino planificó la pelea en la mitad de la cancha. De esa forma intentó minimizar los riesgos, objetivo que consiguió casi de manera perfecta. El flanco débil que presentaba el esquema pensado estaba centralizado en la poca capacidad ofensiva de la que dispondría, algo que también quedó cristalizado en el terreno de juego. La idea de no ser superado por el Milan consiguió plasmarse; en cambio, prevalecer sobre el rival fue una cuenta pendiente casi a lo largo de todo el partido.
Más allá de ese déficit, Boca tuvo personalidad para afrontar un compromiso sin importarle los pergaminos, ni la fama ni las cualidades de su adversario. La convicción en los penales, en los que patearon y en Abbondanzieri, es una prueba. Otra de las muestras más claras de esta situación se dio en el área de Boca, con los duelos entre los delanteros italianos con los defensores argentinos. El mayor temor que tenían todos los hinchas de Boca era saber cómo harían Schiavi y Burdisso para contener principalmente a Shevchenko. Y en el campo del Yokohama Stadium quedó en claro que los centrales boquenses se manejaron con la misma soltura con la que se mueven en el medio local.
A lo largo de los 120 minutos, el temible goleador ucraniano apenas consiguió desprenderse una vez de sus marcadores. Fue en el segundo suplementario, cuando bajó con el pecho un pase de Pirlo y metió una media vuelta que Abbondanzieri desvió al corner. En un mismo plano se pueden ubicar a Tomasson y a su reemplazante Inzaghi. El danés apenas se pudo soltar en la jugada del gol, mientras que Pippo casi no tuvo ocasiones de recibir cómodo. Lo mismo ocurrió con los creativos del conjunto italiano. Ni el brasileño Kaká ni el portugués Rui Costa pudieron imponer su jerarquía, absorbidos por la presión de los medios de Boca.
Otro mito que logró refutar el conjunto de Bianchi fue la capacidad física de los europeos. En ese aspecto, el equipo argentino tuvo la fortaleza para remontar la pulseada y terminar más entero que su rival. La mejor imagen de los italianos en el arranque se fue desdibujando con el correr de los minutos, en tanto que la sensación que dejaba Boca era que, en la medida en que transcurría el tiempo, su estructura se solidificaba, incluso con mayor poder ofensivo. Obviamente, esas diferencias no fueron muy nítidas, ni en contra –en los pasajes más adversos– ni a favor, en los tramos más positivos.
El punto más flaco del campeón Intercontinental hay que buscarlo por el lado de los delanteros. Pero para el análisis hay que tener en cuenta la forma en la que eligió jugar Boca. Siempre en desventaja numérica, sin la posibilidad de encontrar compañía ni socios con quienes descargar, Iarley y Barros Schelotto padecieron el partido, no pudieron jugarlo. Recién en el final, con más espacios y compañeros cerca, el brasileño contribuyó con algunas maniobras positivas. También ayudó el ingreso de Tevez, que dejó muy en claro que no estaba al máximo de sus posibilidades, pero que con algunas pinceladas alcanzó a exhibir su clase. Con eso le alcanzó a Boca. Porque una vez más demostró que el equipo está por encima de todo, y de esa manera potencia sus individualidades.

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