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Por dólares y por penales
Por DIEGO BONADEO
Después de ganar sus respectivos derechos a participar de los torneos europeos y sudamericanos de clubes, por haber trajinado más que jugado con éxito sus ligas nacionales.
Después de haber ganado esas competencias continentales, tantas veces superpuestas con partidos correspondientes a los torneos locales, y en varios casos coincidiendo con jugadores convocados a sus selecciones nacionales.
Después de todo esto, a Yokohama, ni siquiera geográficamente equidistante de Buenos Aires y de Milán, a definir por dólares y por penales. Jugadas preparadas, amontonamiento de volantes recuperadores, larguísimas concentraciones, viajes accidentados, entrenamientos en varios turnos, hoteles soñados o aeropuertos interminables para el “apoliyo-siesta” sobresaltado por los husos horarios.
Todas estas cosas, y tantas otras, para depender de 90 minutos, después del alargue, y, por fin, de esa absurda mezcla de precisión, intuición y acertijo, que convoca a la ceremonia sin juego, a cinco de cada lado y a los dos arqueros, a la misa pagana de los penales.
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