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No se mancha, pero la salpican
Por pablo vignone
El fútbol se congratula. Sus practicantes sacaron a relucir aquella famosa frase de Diego (“la pelota no se mancha”) para barrer debajo de la alfombra: Independiente le ganó a Newell’s, no hubo empate fraudulento y aquí no ha pasado nada. “Esto es para el periodismo malo”, opinó Ariel Ortega. “Para cerrarles la boca a los boludos”, sugirió el Mago Capria.
Es cierto: el torneo Apertura vivió los minutos más seductores de todo su desarrollo entre el gol de Insúa en Avellaneda y el pitazo final de Favale en Liniers. Esos minutos solamente tuvieron que ver con la incertidumbre de un resultado no previsto. Nada hubo más lejano a cualquier acuerdo lo que pudo suceder en ese ratito de siete minutos.
Pero el fútbol-corporación quiere seguir creyendo que los jugadores son lo mejor que hay en el ambiente. Y pretendió utilizar los resultados de ayer para reafirmar su creencia. Después de los resultados, dejaron de darles bola a los rumores que establecían que había una vaquita de 150 mil pesos para acercar a Avellaneda. O los que señalaban que desde Rosario podían llegar 160 mil pesos a Sarandí. No se habló más del tema.
Porque como la incentivación no es un delito tipificado (y la moral, bien, gracias) y los jugadores la aceptan y hasta la prefieren reglamentada, la creencia generalizada es que la pelota no se manchó.
Pero la salpicaron.