OPINION
No merecían ni empatar
Diego Bonadeo
Las obviedades de estilo girarán alrededor de “veníamos de empatar” o “por lo menos en la primera fecha no perdimos”. Y vale para los dos. Para Vélez y para River. Aunque con expectativas supuestamente distintas. Por historia futbolística reciente y por coyuntura. ¿A qué apunta uno y otro? ¿A qué aspira Vélez y a qué River para este recién comenzado Apertura 2002? ¿Qué tienen que demostrar uno y otro? Y, ¿a quién tienen que demostrarle lo que tienen que demostrar?
Y desde el arranque pareció que la consigna era seguir empatando. Más con el guión de Ettore Scola para su película El baile, con parejas más o menos fijas y circunstancialmente rotativas, que tratando de desemparejar, se llegó al cuarto de hora con Vélez mandándole la gente encima a River y molestando en toda la cancha. Falcón corría a todos con la ayuda de Cubero, y los intentos de Coudet y Garcé por la derecha quedaban solamente en intentos. Y Vélez llegaba a veces y River nunca.
Todos los tiros libres de Fuentes eran arriba y a la carga; y cada vez que Vélez recuperaba la pelota, lo que seguía era un corner, una infracción o una imprecisión. Pero River no podía salir y recién empezó a poder cuando rotaban Coudet, el “Chori” Domínguez y Damián Alvarez. Así llegó a los treinta y cuatro el 1-0 con un gran pase de Coudet a Alvarez que marcó solo frente a Sessa. Y con River mejor, terminó el primer tiempo.
Ya desde el primer minuto, cuando volvieron del descanso, Falcón se convirtió en quien mejor entendía el partido en Vélez. No sólo para trabar y recuperar sino también para encarar y hacer jugar, aunque casi nunca tuvo con quien.
Pasado el cuarto de hora empezaron los cambios que ni le quitaron ni le agregaron nada al partido, salvo justamente la salida de Falcón, por lesión, y algún arranque de Cuevas que había entrado por Maximiliano López. La exasperante “toma de precauciones” de los dos hizo que River dejara solo a Domínguez de punta, con Cuevas preparado para la contra, pero desde muy atrás, y que Vélez tuviera sólo a Husain arriba.
Y así siguió transcurriendo el partido, con muchísimas imprecisiones, varios forcejeos, algunas llegadas. Como si ninguno tuviera que demostrar nada. Y ninguno mereció siquiera empatar.