Loas cantadas a la defensa argentina, y en particular a Abbondanzieri y a Ayala, serios cuestionamientos a las dificultades del equipo nacional para hacerse de la pelota, enmarcaron gran parte de los remezones que dejó el partido jugado el sábado en Hamburgo. Las primeras, las loas, son cuestiones de hecho. Lo segundo, los cuestionamientos, merecen algo más que un punto y aparte.

El Abbondanzieri “atajador” disipó dudas. La firmeza de Ayala vale para este partido enfrentando a Drogba como única receta ofensiva de los marfileños. Habrá que ver. Pero en gran medida parten desde Abbondanzieri, poseedor circunstancial de la pelota, las limitaciones de la Selección para tener el control del juego: la tendencia del arquero de Boca a intentar casi siempre sin fortuna la habilitación a compañeros hizo dificultoso y de a ratos forcejeado el andar de los que, por lo menos en teoría, más saben y mejor pueden. Para peor, ni Cambiasso ni Mascherano -para quien esto escribe, indiscutibles titulares– alcanzaron ni por lejos sus niveles habituales, no tanto en el quite como en el apoyo.

Uno hubiera querido ver a Tevez y a Messi, y por allí más tiempo a Rodrigo Palacio, a Aimar y a Lucho González. Pero también supone, que dado el partido que se dio, poco hubieran podido aportar buscando el arco rival habida cuenta de las dificultades en el terreno de la “pre-gestación”. Con tantas dificultades en la posesión de la pelota, de muy poco sirven las precauciones defensivas.