Lunes, 17 de julio de 2006 | Hoy
FúTBOL › OPINION
Por Juan José Panno
Hace como mil años o hace apenas un ratito, según desde donde se mida la semana que en realidad transcurrió, Italia y Francia jugaron la final del Mundial. Un domingo más tarde estuvimos en casa, viendo TyC Sports, el partido amistoso por la llamada Copa de los Campeones entre Boca y Godoy Cruz, en Mendoza. Gol más, gol menos, pelea más pelea menos, carita pintada, carita pinta menos, igualito que en Alemania.
Los puntos en contacto entre este partido de Mendoza con la final son muchísimos: jugaron en un estadio mundialista con la pelota Adidas mundialista; el pasto estaba malo; Palermo la tocó tan poco como Luca Toni; Nery Cardozo se mandó algunas endiabladas gambetas a lo Ribery que terminó a lo Ribery; al final del primer tiempo, Ibarra y Morel Rodríguez hicieron la gran Materazzi y se dijeron de todo cuando se iban a los vestuarios; Migliore realizó un par de atajadas a lo Buffon y además es medio bufonesco; hubo pocas situaciones de gol; se destacó un solo jugador de gran jerarquía, Gago, aunque no le pegó ningún cabezazo a nadie.
Los puntos de disonancia también fueron muchos: ninguno de los dos se tiró a la retranca; trataron con alguna consideración a la pelota; hubo jugadores de Godoy Cruz que tenían en el pantalón un número distinto del de la camiseta y hasta dos futbolistas con el mismo número; el árbitro dirigió sin la ayuda de la televisión; este partido duró sólo 90 minutos y no dos horas y por suerte no hubo alargue; hubo un ganador y no se necesitaron penales.
Lo mejor de todo fue que el entretiempo duró exactamente 20 minutos y no media hora como es habitual en el fútbol. No fueron los 15 minutos reglamentarios que en el Mundial se cumplían rigurosamente y sin excepciones, pero algo es algo.
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