Lunes, 14 de abril de 2008 | Hoy
TENIS › OPINIóN
Por Pablo Vignone
La Argentina cuenta con la posibilidad histórica de ganar por primera vez la deseada Copa Davis sin moverse de Buenos Aires: aquí vienen los rusos, en septiembre, y si la suerte es grela, tanto si toca Estados Unidos (último enfrentamiento en 1992 en Hawaii) como España (último match en Málaga en 2003), la definición anhelada deberá celebrarse, obligatoriamente, en el Mary Terán de Weiss. Es una ocasión decisiva: no porque el equipo argentino no pueda volver a pelear la Copa –la condición de semifinalista en cinco de las últimas siete ediciones lo sostiene– sino porque esa localía a futuro tiene toda la pinta de ser la pata que le faltaba a la mesa. Dice Alberto Mancini: “Creo que este año hay grandes chances de ganar la Davis. Tenemos grandes jugadores, de excelente nivel, que nos posibilita tener un recambio de categoría”. Si Gaudio o Coria son borrosas fotografías, sonríen Cañas, Mónaco, un Acasuso que merece revancha, ladeando a David Nalbandian, el único top-ten argentino, que está invicto en la Argentina jugando la Davis, que de los 28 partidos que jugó (15 singles, 13 dobles) sólo perdió seis (todos en el exterior) y que comprendió con sus lágrimas lo que Mancini sugiere: es la oportunidad dorada.
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