Lunes, 25 de octubre de 2010 | Hoy
FúTBOL › UNA PROHIBICIóN QUE NO SE CUMPLIó A LO LARGO DEL CLáSICO
A medida que el equipo de Parque de los Patricios anotaba, las hinchadas se intercambiaban mensajes con los trapos que no podían colgar en las tribunas. Al final hubo amago de un intento por suspender el partido, pero todo terminó en paz.
Si hay algo que destaca a un clásico por sobre los demás partidos del campeonato es el color que brindan las tribunas, que le dan un marco distinto al de cualquier otro enfrentamiento. Las banderas, esos emblemas que toma el hincha como parte de su identidad. Es una regla elemental: no pueden faltar. Y en un clásico mucho menos.
Pero siempre hay una excepción: en el partido entre Huracán y San Lorenzo, por seguridad, estaba prohibido llevar banderas, pues durante la semana se había deslizado la posibilidad de que ante la aparición de algún trapo, el encuentro se suspendiera.
Con esa reseña fueron a la cancha. Y eso se vislumbró desde el inicio, ya que la rivalidad se basó en el puro aliento. Sin banderas de por medio, la garganta era la única que aguantaba. Pero así como se dice “hecha la ley, hecha la trampa”, en este caso, hecha la excepción, hecha la trampa.
Cuando Quintana puso en ventaja a Huracán, cambió el rumbo de un partido que hasta ese momento manejaba San Lorenzo. A los pocos minutos apareció desde la tribuna local una bandera que, a pesar de su tamaño, era bien provocativa: “En Sudáfrica te vi refugiado en eventos”, decía. Al instante desapareció, pero aumentó el clima espeso que se vivía en las tribunas desde un rato antes.
En el inicio del complemento, Huracán aumentó la cuenta con el gol de Quiroga. En ese momento volvió a escucharse desde la tribuna local el “vamo’, vamo’ los pibes”, algo que parecía olvidado luego de la salida de Angel Cappa, mentor de la campaña que le dio a un Huracán plagado de juveniles con categoría el subcampeonato del torneo Clausura 2009.
El uruguayo Diego Rodríguez sentenció la ventaja de penal, luego de que el arquero Pablo Migliore, adelantado, se lo atajara en primera instancia. Entonces, el clima en las tribunas se enrareció más, cuando los visitantes intentaron romper sin éxito el alambrado. Pero los hinchas se mantuvieron en el lugar, donde había mucha más gente que las algo más de 5 mil entradas que se les dieron.
Con el resultado puesto, el color pasó una vez más a las tribunas. Los cánticos de siempre y el desafío permanente que hacen de un clásico un partido distinto de los demás. ¿Y las banderas? También estuvieron del lado visitante, cuando desplegaron varios “trapos” a lo largo del alambrado que un rato antes pretendieron romper, como herramienta para intentar detener el partido, una viveza demasiado común en el clásico. Y terminaron cantando tanto como los hinchas locales. “Un minuto de silencio para el Cuervo que está muerto”, cantaban en la tribuna de la calle Luna. “¡Hijos nuestros!”, refrescaban desde la calle Colonia la paternidad en el historial.
Informe: Matías Quercia.
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