AUTOMOVILISMO Y MOTORES › LOS ENTRETELONES DE LA CONSAGRACIóN DE CANAPINO
› Por Pablo Vignone
Es tan particular el TC que corona campeón a un muchachito que, hasta tres cuartos de hora antes, no sólo no había ganado una carrera, sino que ni siquiera había punteado una.
Tan peculiar es que, en el momento en que cruzó la meta, el campeón no era el piloto que más puntos había sumado en el año ni, tampoco, el que más reunió en los play-offs, la etapa decisiva que comprendió las últimas cinco carreras de la temporada. Después, el bonus de 100 puntos que recibe el dueño del título emprolija un poco las tablas finales.
Por esas peculiaridades, casi 60 mil personas desbordaron el Autódromo de Buenos Aires a cien pesitos la general, para asistir a una consagración que mezcló a Agustín con la angustia. Nada puede reprocharse al resultado final, completamente legal, porque, de paso, ¿quién podría argumentar que no fue legítima?
A las 14.15 del 28 de noviembre de 2010, a los 20 años, 10 meses y 9 días, Agustín Canapino batió varios records: el campeón más joven del TC, el quinto monarca nacido en Arrecifes (después de Angel Lo Valvo, Carlos Pairetti, Luis Di Palma y Norberto Fontana), uno que llega a la corona con apenas 32 carreras en el lomo, el primero que logra el título después de haberse coronado en la división menor, el TC Pista, en 2008.
Y el único en reunir, en la era moderna del TC, primera victoria y primer campeonato en la misma jornada. Ojo que Mariano Werner, su máximo rival, tampoco tiene muchos más pergaminos en el lomo.
A la hora del repaso habrá que reparar en que haber corrido todo el año sin una victoria estiró la angustia de Canapino y su equipo, pero le permitió manejar un auto sin kilos de lastre y bien puesto a punto para andar cómodo en lo rápido. Como si lo hubieran planeado.
Durante el año, Canapino padre hizo las correcciones del caso: cambió al preparador (salió Minervino, entró Laboritto) y desde allí, en las últimas once carreras del año, Canapinito entró entre los primeros seis en nueve de ellas. Para la Copa de Oro, el veterano técnico sacó el auto de la órbita del equipo JP y se concentró en él, en Arrecifes. Su hijo fue, sucesivamente, tres veces cuarto, una tercero, y ayer ganó.
Es cierto, Werner sumó más puntos, pero ya había perdido el título en Paraná, cuando no pudo derrotar a Mariano Altuna. El de ayer fue el quinto segundo puesto del entrerriano en la temporada.
Su Ford no gozaba del mismo poder de fuego que el Chevrolet Nº 11. Aun así lo apretó desde la vuelta 2 (había sólo 257 milésimas en la 4ª) hasta la 11, cuando Canapino estiró la ventaja por encima del segundo. Después fue el tiempo de Martínez, el veterano de casi 300 carreras, que intentó forzarlo al error: llevó la ventaja de 840 milésimas en la vuelta 15, cuando alcanzó el segundo puesto, a 164 en el giro 20. Fue el último esfuerzo: 0s206 en la vuelta 21, 0s519 en la 22, ocho décimas en la 23... Fue inquebrantable.
Lo demás puede discutirse. Pero si ya hablamos de la Generación Play Station cuando los 200 Kilómetros de TC 2000, tres semanas después hay que admitir que el futuro ya desembarcó. La de Canapino (20), que pudo ser la de Werner (21), siguió a la de Mauro Giallombardo (20) en el TC Pista. Respiran automovilismo yendo de la pista al simulador. Ayer, una hora antes de largar, sabiendo que partía desde la mejor posición, Canapino simuló la partida en su computadora. La practicó en unas pocas oportunidades. Por eso, cuando pasaron por primera vez por el control, le había sacado más de un segundo a su escolta, Norberto Fontana.
El futuro está aquí. Y es de ellos.
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