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Una entelequia, una vergüenza
Por Diego Bonadeo
Fecha a fecha, fin de semana a fin de semana, casi día a día, sea o no lo que se avecina un partido o un compromiso trascendente, pareciera que la historia se repite inexorablemente.
La supuesta paternidad subsistente de Boca sobre River que tuvo su resultado en los marcadores –lo del juego pareciera ser otra cosa– durante los torneos de verano, más la semana que terminó con un empate en Rosario contra Newell’s y una derrota en Colombia por la Copa Libertadores, parecieron llevar a un estado generalizado de histeria alrededor de la conveniencia o no de que el técnico Pellegrini siga a cargo del plantel. Lo que se avecinaba era lo que se jugó ayer. O sea un partido programado para la segunda fecha del torneo Clausura 2002-2003 entre River y Vélez. Nada más.
Y la exclusión de Comizzo y D’Alessandro para el arranque –en especial la presencia en el banco del volante– hizo recordar otros episodios parecidos –cercanos o no– en los que no juegan los que saben jugar. Muchas veces, Carlos Griguol dejó fuera del equipo titular a Denilson cuando era el técnico del Betis y demasiadas Van Gaal a Riquelme, no mucho tiempo atrás.
Recién en los primeros minutos del segundo tiempo el partido insinuó algo parecido a lo que la convocatoria suponía. De entrada, Vélez le ganaba las divididas a River, pero como la desvergüenza del pelotazo era una constante, River no hacía pie.
Pasada la media hora, un cabezazo de Valdemarín en el palo registró la única posibilidad de gol del primer tiempo, en el que Vélez atacó con menos y River se defendió con más, pero los de Vélez ganaban casi siempre, quizá porque siendo menos, aunque desordenados, lo eran menos que los más de River. Casi una entelequia. Como el partido.
Quizá por sobrevivencia en el cargo, Pellegrini decidió el ingreso de D’Alessandro para el arranque del segundo tiempo. A los quince segundos el zurdo de River provocó una de las mejores atajadas de Leyenda. Un minuto después Nanni lo pierde por muy poco. Parecía insinuarse otro partido. Pero no, aunque Vélez era menos malo que River. Es que Centurión le ganaba el duelo personal al Chacho Coudet y de a poco D’Alessandro pasaba cada vez más inadvertido.
A los treinta y cuatro, Leyenda le tapó un cabezazo de gol a Fuertes y en el segundo minuto de descuento Nanni puso el 1-0 final. Para el partido y quizá para un ciclo.