libros

Domingo, 4 de julio de 2004

RESEÑA

Fantasía femenina

En el otro viento - Ursula K. Le Guin

Trad. Franca Borsani
Minotauro
Buenos Aires, 2004
272 págs.

por Mariana Enriquez

Más de una década después de Tehanu, Ursula K. le Guin encontró que le quedaban preguntas sin responder. En el otro viento, la nueva –¿última?– novela de la saga de Terramar, confirma la centralidad de Le Guin en la narrativa fantástica y es una expedición a la verdadera naturaleza, el significado de la vida y la muerte en esta tierra mítica. En el otro viento es difícil de comprender sin haber leído al menos los dos libros anteriores de la saga, La costa más lejana y Tehanu. En ellos se plantea el misterio de los dragones y el reino de los muertos, los dos “problemas” que se resuelven en este epílogo: por qué los dragones y los kargos –la gente de las tierras de Kargad– renacen, mientras los hombres y hechiceros del archipiélago de Havnor van después de la muerte a la Tierra Oscura, un sitio de dolor y desesperación. Estos destinos cambiarán y el desencadenante es un hechicero de pueblo, Aliso, que en sueños visita la Tierra Oscura y escucha el pedido de liberación de los muertos.
En manos de un narrador menos hábil, este punto de partida podría resultar demasiado ambicioso. Pero Le Guin evita los dos grandes pantanos en los que suele caer el relato de aventuras fantásticas: la pomposidad y la simplificación. En Terramar no existen los maniqueísmos y, si bien la enumeración de sitios geográficos imaginarios obliga a la lectura con el mapa cerca –herencia de El Señor de los Anillos–, es secundaria. La autora californiana tiene un raro don para la descripción de los universos cotidianos, y escribe con la misma naturalidad sobre una asamblea de grandes magos en Roke o una pequeña granja en Gont.
Además, los peligros en las novelas de Terramar siempre son más personales que monumentales, y así las vidas privadas de los personajes son más importantes que las guerras y las genealogías. Como siempre, Le Guin le da un espacio preponderante a la mujer; las dragonas Tehanu e Irian –que toman forma humana–, Tenar, la ex sacerdotisa de Atuan y mujer del Archimago Ged y la princesa Seserakh son personajes mucho más fuertes que el tímido protagonista Aliso, el rey Lebannen de Havnor y el propio Ged, que ha perdido todo su poder. La magia y el poder de los hombres, parece decir Le Guin, existen y aún pueden ser útiles, pero deben cambiar de forma e incluir otros saberes para permanecer en el tiempo.
Como en El Señor de los Anillos, los hombres y los magos han perdido demasiado por su ambición de poder: en este caso, la vida eterna y la capacidad de hablar la Lengua, que define el ser. Sólo podrán recuperar su totalidad con la ayuda de las mujeres-dragón –las únicas en la especie que se quedan en Terramar para ayudar a los hombres– y la de un hechicero menor, Aliso, que aunque no posee los vastos poderes de los magos, es dueño de una capacidad mucho más útil: la de recomponer lo que se ha roto.
El único momento en que la elegancia narrativa de Le Guin falla es, lamentablemente, el más importante. Las últimas páginas de En el otro viento son vertiginosas y algo confusas; la autora abandona el relato pausado y, quizá para evitar esos cierres pedagógicos y estructurados donde no queda un solo cabo suelto, prefirió un registro lírico, casi elegíaco. Son cortas y bellas páginas que ignoran la convención de claridad del fantástico, y desconciertan. La precipitación y vaguedad del cierre no alcanza para arruinar la novela, pero el válido intento de quebrar la regla resulta fallido. Aquí, como en toda la saga de Terramar, el elemento de ruptura con el género no se relaciona con el estilo, sino con los temas: la descarada intervención de lo femenino en un género dominado por la virilidad, lo metafísico por sobre la batalla, el intimismo y la ternura antes que el despliegue épico.

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