Domingo, 22 de mayo de 2005 | Hoy
CóMO SER ESTOICO PERO PASáNDOLA BIEN.
Discurso sobre la felicidad
Julien Offray de La Mettrie
El cuenco de plata
196 páginas
Uno de los preceptos básicos del estoicismo para llegar a ser felices es aquel que señala que debemos vivir tranquilos, sin ambición, sin deseos. En una cruzada feroz contra la ética estoica, la felicidad real y perfecta de De La Mettrie (1709-1751) consiste en “tener todo lo que se desea, una constitución dichosa, belleza, ciencia, espíritu, gracia, talento, honores, riqueza, salud, placeres, gloria”. Precisamente por eso, el título de su trabajo sobre la felicidad es AntiSéneca o Discurso sobre la felicidad. No hay mejor manera de alcanzar la felicidad que abandonarnos al “imperio de las sensaciones”, sin importar si los sentidos nos engañan o no. Aquí entra en juego el mecanicismo de De La Mettrie: “Nuestros órganos son susceptibles de un sentimiento o una modificación que nos gusta o nos hace amar la vida. Si la impresión de ese sentimiento es breve, se trata del placer; si más larga, de la voluptuosidad; si permanente, de la felicidad”.
Julien Offray de La Mettrie fue un reconocido médico y filósofo del neoepicureísmo materialista del siglo XVIII. Elogiado (por su libertinismo erudito) por el propio Marqués de Sade, el autor de El hombre máquina recibió la protección de Federico II de Prusia, concediéndole el título de lector y miembro de la Academia de Berlín. Su mecanicismo radical lo llevó a concebir una teoría de la felicidad orgánica, según la cual la felicidad es física. La idea es que tratemos de olvidarnos de las penas y profundizar en las superficies de placer; de este modo el Discurso sobre la felicidad es también un elogio de la superficialidad. Si podemos sentir placer y dolor, esto es porque, así como la sangre corre por las venas hacia el corazón, el placer y el dolor llegan al alma por el camino de las sensaciones, haciéndonos más o menos felices o desdichados. La filosofía de De La Mettrie, como buen médico y libertino, es una filosofía del cuerpo: “Es necesario cultivar el alma sólo para procurarle más comodidades al cuerpo”. El imperio de los sentidos también tiene sus paraísos artificiales, hacia el comienzo del Discurso... De La Mettrie hace un verdadero elogio de las propiedades del opio: “¡Qué maravillas es capaz de producir un solo grano de jugo narcótico agregado a la sangre y fluyendo con ella en los vasos! ¡Con qué magia nos comunica más felicidad que todos los tratados de los filósofos!”.
Uno de los motivos que recorre todo el libro es la cuestión del abandono de los remordimientos. Para ser feliz, hay que desembarazarse de ellos. Aquel que realiza maldades sin remordimientos será mucho más feliz que el que, haciendo una buena acción, se arrepiente de haberla hecho. Para quien no tiene remordimientos, los vicios son virtudes: “Aunque seas parricida, incestuoso, ladrón, perverso, infame y justo objeto de execración de los hombres honestos, ¡serás feliz a pesar de todo!”
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