LAS VANGUARDIAS INFANTILES EN EL DISCURSO DE EVA PERóN
EL NIÑO PERONISTA
En su monumental e imprescindible investigación Niñez, pedagogía y política (Eudeba/ Miño y Dávila), Sandra Carli (profesora titular en la Facultad de Ciencias Sociales de la UBA e investigadora del Conicet) examina las “transformaciones de los discursos acerca de la infancia en la historia de la educación argentina entre 1880 y 1955”. En la perspectiva de la autora, de Sarmiento a Eva Perón se construye la “infancia moderna” en la Argentina.
Por Sandra Carli
El discurso de Perón a favor de la democratización social de la situación de la población infantil gozó de consenso social en una primera etapa, de la cual dan testimonio editoriales de la revista La Obra. Eva Perón, en cambio, radicalizó la visión sobre la infancia pobre al concebirla como un problema de orden nacional atravesado por los conflictos de clases, y dicha visión se convirtió en un factor de tensión con los sectores opositores al peronismo. Su enfrentamiento con la Sociedad de Beneficencia y una nueva concepción estatal sobre la ayuda social, orientada según principios de justicia social, inició un nuevo camino en la protección de la niñez. Los destinatarios de la ayuda social eran, para entonces, “la ancianidad desvalida y la niñez sin hogar”. La política social llevada adelante por Eva Perón desde la Fundación de Ayuda Social se distinguía de la caridad, estaba vinculada a un proceso de planificación y era considerada un deber social como “exteriorización del deber colectivo de los que trabajan con respecto a los que no pueden trabajar”.
La acción de ayuda social dirigida al niño, en particular, a partir de la creación de ciertos dispositivos (la Ciudad Infantil, entre otros) pretendió alterar las desigualdades sociales heredadas que atravesaban a distintas generaciones, interviniendo desde lo social en la reparación y recomposición de los sectores constituyentes de la nueva hegemonía peronista. Según Eva Perón, a los niños se los debía “restituir a la sociedad, como elementos aptos a los descendientes de los desamparados”. Se pretendía construir una nueva cadena generacional, en la que la situación de atraso social fuera el eslabón de otro tipo de reproducción social y política. Esto resulta notorio en sus escritos. En una nota titulada “Olvidar a los niños es renunciar al porvenir”, calificó el problema del niño como un “problema nacional”, y buscó diferenciar sus políticas de infancia de las del pasado:
“El porvenir de estos niños era tan incierto como el porvenir de los parias.”
“Allí están los niños que no figuraban en la preocupación de nadie porque no podían votar, ni podían prestar sus nombres inocentes para las sucesivas farsas electorales con que se pretendía demorar el despertar de nuestro pueblo. Allí agonizaban subalimentados, enfermos, los hijos de los mismos que creaban la riqueza y que no tenían ante ello otro futuro que el hospital, la miseria y la desesperación; o el delito.”
Interpelados por Eva Perón como los “pequeños descamisados del interior del país” o los “hijos” de los descamisados, los niños pobres fueron destinatarios de un discurso de carácter político: debían convertirse en las vanguardias políticas del futuro. En otro artículo titulado “Significación social del descamisado”, Eva Perón amplió esta idea de vanguardia en cuanto “vanguardia de la nacionalidad”, “expresión combativa, con personalidad propia”, “factor de progreso, de unidad nacional, de bienestar colectivo”. La vanguardia se conformaría, según Eva Perón, no con el elemento más esclarecido del proletariado ni con los hijos de la clase intelectual, sino con el elemento más atrasado y marginado de la historia social argentina: la niñez hija de las poblaciones del interior del país. Si “vanguardia” había sido un significante utilizado en otras décadas para apelar a los grupos literarios más innovadores o a los sectores más ilustrados del movimiento obrero, ahora asumía un significado inverso: según Eva Perón, la vanguardia sería un producto de la intervención política, social y pedagógica sobre la niñez pobre.
La puesta en marcha de esta política de infancia, saturada de enunciados de redención social, comprendió la movilización infantil. Fotos y testimonios de la época subrayan el recurso a la presencia pública de los niños en distintas situaciones, desde eventos para la entrega de jugueteshasta actos escolares o campeonatos de fútbol. Según De Ipola, el concepto de movilización designa “al proceso en virtud del cual grupos o clases sociales que mantenían en el pasado una actitud pasiva asumen un comportamiento deliberativo y de intervención activa, a través de distintos mecanismos, en la vida política”. Centenares de chicos fueron reclutados en las provincias y ubicados en las nuevas instituciones integrales (Ciudad Infantil, Hogares Escuela, Ciudad Estudiantil), en las cuales recibían formación y asistencia. Según Eva Perón, dicha movilización tenía como fin “prepararlos para una juventud capaz, como camino seguro para una madurez dignificada y constructiva”. Los niños llegados a la ciudad (o reunidos en eventos públicos masivos) debían asimilar conceptos morales (patria, familia, hogar, etcétera), principios generales de educación, especializarse en un trabajo, recibir nociones de higiene, y conceptos como el de fraternidad, amor a la tierra, sentido del deber: se inscribían, así, en una nueva cultura política en proceso de gestación.
La ayuda social al niño, para Eva Perón, incluía varios pasos: la movilización o el reclutamiento de la población infantil pobre y la inclusión de los niños en nuevo tipo de dispositivo institucional (ciudad infantil, hogares, escuela). Este tipo de intervención estatal pretendía alterar radicalmente la continuidad intergeneracional de la pobreza y de la cultura política: desde este imaginario se creía que otro tipo de experiencia de infancia podía proyectarse hacia el futuro de la sociedad argentina provocando una ruptura en los futuros prediseñados por el origen social, por tradiciones intelectuales y por trayectorias políticas. Si evaluamos la persistencia histórica de la identidad peronista, esta creencia debería ser tenida en cuenta para el análisis.
A través de este tipo de acción, los saberes de los especialistas y las intervenciones profesionales se subordinaron al discurso político. La actuación política de Eva Perón agudizó la lucha con posiciones asistenciales diversas, que no pretendían transformar al niño asistido en ciudadano con poder (por ejemplo, el catolicismo, sectores de la beneficencia, etc.) y priorizó la intervención social por sobre las cuestiones pedagógicas. Para Eva Perón, la ayuda social al niño tuvo, además de su carácter reparatorio y de redención social, un sentido político instituyente de un nuevo orden cultural y político. Ese niño, pequeño descamisado, cabecita negra, del interior del país, huérfano o paria, iba a ser vanguardia, ciudadano, peronista leal, artífice del futuro.