Domingo, 27 de noviembre de 2005 | Hoy
LIBROS PARA LOS MáS CHICOS
Por Sandra Comino
La ilustración muestra: una mujer próxima a una puerta, con la cartera colgada en su hombro y con las manos apoyadas sobre la espalda de un señor, dueño de una expresión de suma tranquilidad. Un niño los mira y está por sentarse mientras los escucha. El hombre dice, sin mirar a ninguno de los dos, pero nos damos cuenta a quién se refiere: “No te preocupes, le cuento un cuento y luego le preparo algo para comer”.
Es la primera página de Caperucita (tal como se lo contaron a Jorge); el resto del libro muestra a padre e hijo –sólo por el título sabemos que se llama Jorge–, sentados uno frente a otro. El relato en cuestión es “Caperucita Roja” y aparecerá en viñetas en dos versiones: una que pertenece a quien la cuenta y otra que es de quien la escucha. La combinación del texto sencillísimo y breve de Luis María Pescetti, y de la imagen de O’kif, resulta una mirada reflexiva. A pesar de la versión tradicional y correcta que describe el adulto, el niño construye una aventura propia y casi opuesta, muy original. Las diferencias (todas) están marcadas por la ilustración, en la indumentaria, y por los colores, tanto de los personajes como de los fondos. Las representaciones del papá son en tonos sepia y las de Jorge en gamas fuertes. Por ejemplo, para el papá el cazador, que rescata a Caperucita del lobo, se parece a Robin Hood (estampa clásica del cazador del relato de los hermanos Grimm) y su arma es un cuchillo. Para Jorge, el héroe tiene el rostro del padre, el traje de Superman y un arma. Los peinados, de la mamá y de la abuela, la comida que lleva Caperucita y el bosque, evidencian las distintas épocas donde supuestamente transcurre lo dicho.
La voz del narrador, enriquecida por la figuración, es objetiva y las viñetas ponen en disputa los imaginarios. La distancia entre los dos mundos (el del adulto y el del niño), con características antagónicas, tienen como consecuencia una intertextualidad y algunos estereotipos de determinadas situaciones. El tamaño de las viñetas va en aumento a medida que avanza la historia hasta que la visión infantil supera a la del adulto y tiene la última imagen (¿palabra?), al final del cuento.
La muestra del inalterable universo adulto, fortalece la distancia generacional donde las mismas palabras pueden disparar cuadros muy dispares. Qué y Cómo se cuenta, y aquello que finalmente interpreta el receptor, en definitiva, es lo que ocurre con todas las historias, sin embargo esta concepción se refuerza mucho más si hablamos de literatura infantil.
Caperucita (tal como se lo contaron a Jorge) es conceptualmente un libro álbum, muy argentino ya que los libros que se editan en otros países, en su mayoría, son ediciones de arte con tapa dura y papel ilustración. Esto no obstaculiza el género y deja claro que si hablamos de álbum la palabra no puede vivir sin la imagen. Pescetti y O’kif conforman una dupla cuyos trabajos son imperdibles como: Nadie te creería, El pulpo está crudo, Lejos de Frin, entre otros.
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