libros

Sábado, 31 de diciembre de 2005

JULIE BENESDRA: ANTICIPO DE LIBROS. CINCUENTA AñOS CON LA ESCRITURA

Llamadas familiares

Un libro de poemas que anticipan muchos más.

 Por Sergio Kisielewsky

Anticipo de Libros
Cincuenta años con la escritura

Julie Benesdra
Libros de Tierra Firme
171 páginas

La poesía se entiende como un territorio de exploración. Se escribe para encontrar nuevos sentidos y comunicar de una manera única imaginarios y vivencias. El título de la obra, Anticipo de Libros, lo dice casi todo. Resulta esta antología de ciento un poemas el momento previo a la depuración del lenguaje. El envión necesario para que la autora ordene tanta vida que atraviesa los textos.

Ocurre que con esta disposición lo que se nombra tropieza con una constante reiteración de la primera persona del singular. Se sabe quién es la que escribe, pero Benesdra recalca su yo. El abordaje conspira contra la dosis de sugerencia y descubrimientos de nuevos mundos en la escritura. La poesía, se sabe, es el trabajo con la imagen y la emoción. Por lo tanto, el énfasis en recalcar quién es la que escribe quita efecto, diluye la carga emotiva, la alusión. El libro se puede leer como un discurso en tono confesional, y es en este caso cuando el lenguaje poético precisa síntesis. Julie Benesdra se fortalece cuando atraviesa la temática erótica (“y me vuelvo una curva más”) o cuando alude a las llaves, recreando una atmósfera cercana al trabajo de Oliverio Girondo con la poesía.

Allí están los dedos que construyen una naranja o cuando el texto circula en los elementos exteriores ganando en intensidad (“Algo se piazzola malvones adentro/ de las plazas nada buenos se vienen/ los aires ventanas/ que se alejan”).

La serie de trabajos dedicados al hermano incorpora un tono, por momentos, surrealista, próximo a la Unión Libre de André Bretón. Allí la escritura suelta amarras y se ofrece todo por nombrar. Resulta lograda la escena en que su hermano de “alas extraterrestres” da de comer a las palomas en la Plaza del Congreso. Pero luego se vuelve una y otra vez a la matriz original. Abundancia de objetos, tono epistolar, el regreso a los mismos temas con igual ritmo.

Entonces se produce la sensación de estar leyendo una carta donde siempre se cuenta la misma anécdota. No se produce el cambio de tono, la originalidad en el decir, el cruce con la novedad estilística.

La autora dice en la introducción que “no todo lo que se estila tiene estilo”. Conviene releer estos textos para encarar una depuración de futuras escrituras, un sentido acorde con lo que se pretende aludir.

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