Domingo, 24 de septiembre de 2006 | Hoy
MARTíN KOHAN > MUSEO DE LA REVOLUCIóN
Historia de un viaje, superposición de escrituras, la última novela de Kohan parece cerrar un ciclo con la tradición nacional.
Por Mauro Libertella
Museo de la Revolución
Martín Kohan
Mondadori
187 páginas.
Estamos ante las puertas de un laberinto: podríamos elegir muchos caminos para leer Museo de la Revolución, la última novela de Martín Kohan. Algunos críticos ya se han pronunciado a propósito de la literatura política; otros buscaron con avidez un estante de la tradición argentina en donde incrustar el libro y dejarlo envejecer. Es que Museo de la Revolución está hecho de una literatura compleja, pensada, tramada con una lupa no azarosa. Martín Kohan se inició en la literatura con La pérdida de Laura, una novela debut a la que siguió Muero contento, un volumen de cuentos cortos de una extraña precisión, en donde Kohan ya encuentra su voz, parte de su estilo y en donde despliega algunas de sus obsesiones como escritor. Después llegaron las novelas históricas –El informe y Los cautivos–, otro libro de cuentos, dos de ensayos y sus últimas novelas: Dos veces junio y Segundos afuera. Y ahora esas pisadas en el derrotero de la literatura parecen conjugarse: Museo de la Revolución mezcla el ensayo con la novela e incurre tangencialmente en cierta forma de la reconstrucción histórica, en la búsqueda de un contexto. La historia que se narra es, para ser precisos, tres historias. Por un lado la de Marcelo, que viaja a México para buscar, entre pesquisas editoriales, el manuscrito de Tesare, un militante desaparecido en los ’70. A partir de esa anécdota se pueden proyectar los tres relatos: el de Marcelo, historia de un viajero insomne, cazador de una verdad que parece estar tanto en aquel manuscrito como en la Ciudad de México. El relato del viaje de Tesare, con el que empieza el libro, minuciosa crónica de un hombre que tiene que entregar una valija peligrosa en tiempos de represión. Y, por último, pero no en último lugar, aparece la trascripción del manuscrito de Tesare, un ensayo de lectura de Marx, Lenin y Trotsky.
¿Cómo desnudar la intrincada complejidad de esta arquitectura? Las aventuras de Marcelo en la poluida urbe del norte están narradas en primera persona, y los avatares de Tesare en nuestras rutas son un relato en tercera. Al principio, el paso de uno a otro se articula con un sobrio punto y aparte, pero a medida que la novela se va profundizando un narrador le va pasando la posta al otro en un mismo párrafo e incluso en una misma línea. Ahí se dibuja un juego interesante y permite pensar hasta qué punto las historias están ligadas y se muerden la cola la una con la otra. Porque Museo de la Revolución es de aquellas novelas de grafía pausada que ponen al lector en conciencia de que lo que allí sucede es literatura. No hablamos de metaficción. Es más bien un culto a la escritura.
Si bien la novela es un rompecabezas de escrituras, hay un punto en donde esa articulación narrativa se unifica. Ese punto está condensado en la figura de Trotsky. Quizá Trotsky sea la silueta central de este libro, el imán secreto que atrae y superpone, en el clímax, las tres escrituras. Porque Museo de la Revolución es la historia de un viaje, contado de distintas formas: el viaje de Marcelo, el de Tesare, pero también el viaje de Trotsky, que justifica y legitima a los personajes y narradores de la novela.
Tal vez, mirando atrás en la obra de Kohan, podamos afirmar que un fantasma recorre sus libros, una tensión que ha sabido reescribir en novelas como Los cautivos, Dos veces junio y Segundos afuera: el choque entre civilización y barbarie. Así, con Museo de la Revolución, Kohan le imprime un nuevo giro a este par vertebral en nuestra tradición literaria y de algún modo le confiere cierta circularidad a su obra pasada. Acaso de a poco vaya cerrando un capítulo de su literatura para poder abrir otro.
© 2000-2022 www.pagina12.com.ar | República Argentina | Política de privacidad | Todos los Derechos Reservados
Sitio desarrollado con software libre GNU/Linux.